La revista Nexos de este mes publica algunas reflexiones sobre los dilemas que enfrentan los medios de comunicación mexicanos en el contexto de la guerra contra el narcotráfico. Los autores no son, digamos, teóricos. Son directivos, columnistas, conductores, profesionales del periodismo que tienen que lidiar con esos dilemas, que toman decisiones al respecto, todos los días.
Por eso mismo, por quiénes son, es que resulta tan desconcertante la celosa imparcialidad con la que se refieren, en todo momento, a la guerra. Leopoldo Gómez, vicepresidente de noticias de Televisa, se preocupa por “los riesgos que implica para el periodismo el asumirse como parte de un conflicto bélico y no como simple narrador del mismo”. Pascal Beltrán del Río, director editorial del Excélsior, se pregunta “¿vamos a hacer bloque con las autoridades en la lucha contra el crimen o mantener nuestra independencia?” Carlos Marín, director general de Milenio Diario, dice que “el periodismo es intrínsecamente subjetivo” y, por lo tanto, la responsabilidad de los medios “es igual e inevitablemente subjetiva”. Para Sergio Sarmiento, quien fuera vicepresidente de noticias de TV Azteca, “al tomar la decisión de si se divulga o no el texto de una narcomanta […] al considerar si se incluye o no alguna imagen de violencia en un reportaje”, la pregunta a hacerse es si al público “le interesará o le generará tal repulsión que le haga cambiar de canal”.
Seamos conscientes: la guerra contra el narcotráfico no es un conflicto bélico en el sentido tradicional del término, tampoco es una simple política pública ni una noticia como cualquier otra. Es una forma de combate al crimen organizado, es decir, a una industria de la ilegalidad que le disputa el control de varios territorios a las autoridades, que lava dinero, que entrena sicarios, que intimida, soborna, extorsiona, tortura, secuestra y asesina. Nadie pide a los periodistas que renuncien a su labor crítica; al contrario, en este contexto es indispensable que la ejerzan libremente. Pero que la ejerzan, también, consigo mismos. Por ejemplo, con su sentido de la neutralidad frente a la batalla que tratan de dar las fuerzas del Estado contra bandas de delincuentes.
Y es que no estamos ante un intercambio de hostilidades entre dos fuerzas equiparables, no da igual quién gane o quién pierda. Estamos en la lucha contra una violencia cuya víctima, al final del día, es la sociedad. Una lucha que, sólo en los últimos años, ha cobrado la vida de más de diez mil personas. Varias de ellas, por cierto, periodistas...
Uno supondría que a estas alturas a los medios ya les habría caído el veinte.
Pero no.
--Carlos Bravo Regidor
(La Razón, Lunes 27 de Julio de 2009)
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