Hace dos semanas nos enteramos de que, según los resultados de la última Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH), entre 2006 y 2008 el porcentaje de mexicanos “en condición de pobreza” pasó del 42.6 al 47.5 por ciento.
Es decir, que en ese periodo hubo seis millones más de personas que “no contaban con un ingreso suficiente para satisfacer sus necesidades de salud, de educación, de alimentación, de vivienda, de vestido y de transporte público, aun si dedicaran la totalidad de sus recursos económicos a ese propósito”.
El asunto mereció las ocho columnas, el viernes 17 de julio, en un par de diarios: “Empobrecen… los pobres” (Reforma) y “El INEGI reporta más desigualdad” (El Universal). Al día siguiente, sábado 18, prácticamente todos los diarios dedicaron su nota principal al “caso Martí”. El domingo 19 el aumento de la pobreza volvió a las ocho columnas en dos diarios: “Rebasados, programas antipobreza” (El Universal) y “Sobrevive la mitad de los mexicanos con mil 900 pesos al mes” (La Jornada). El lunes 20, las principales notas fueron el “caso Martí”, las disputas internas en el PRD, la guerra contra el narcotráfico, la alianza legislativa del PRI y el Verde, etcétera. Finalmente, el martes 21 apareció la última nota de ocho columnas sobre el tema: “Hay más pobres, pero los programas van bien” (La Jornada). El resto de la semana los titulares se ocuparon de las disputas internas en el PAN, de la nueva refinería, de la CNDH y la SEDENA, de los rebrotes de influenza, en fin, de otras cosas.
En algunas columnas de opinión y programas de debate se comentaron las cifras. Buena parte de esas intervenciones, sin embargo, osciló entre cuestiones técnicas (cómo se mide la pobreza, cómo está focalizada la política social) y lugares comunes (que si es un problema de “mentalidad”, que si está en riesgo la estabilidad social, que si no hay que darles un pescado sino blablablá). Abundaron las entrevistas a expertos, los aspavientos retóricos y las explicaciones para salir al paso.
Escasearon, en cambio, los trabajos propiamente periodísticos al respecto. Que contaran las historias, que mostraran las imágenes, que tradujeran el significado de esos números al lenguaje de la experiencia cotidiana. Que dijeran lo que son el hambre, la precariedad y las carencias en primera persona. Que relataran, pues, cómo vive ese 47.5 por ciento.
Hizo falta, hace falta, un periodismo que le dé visibilidad a eso que no queremos ver. Un periodismo que sepa mirar la pobreza como quien mira un espejo.
--Carlos Bravo Regidor
(La Razón, Lunes 3 de Agosto de 2009)
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