lunes, 20 de agosto de 2012

Lecciones de la elección

Hace cosa de seis meses, antes de que comenzaran las campañas, escribí un comentario comparando la intención de voto efectiva para la elección presidencial mexicana entre enero de 2006 y enero de 2012. Basándome en cifras de Consulta Mitofsky, dije que el costo electoral de la “guerra de Calderón” para el PAN parecía mínimo (-3%), que el costo de la “presidencia legítima” para las izquierdas parecía tremendo (-17%) y que el gran beneficiario de todo ello parecía ser el PRI (+21%). Hoy contamos con nuevos datos que permiten hacer otras comparaciones. Veamos.

Los resultados de la elección presidencial de 2012, según el cómputo distrital del IFE, fueron los siguientes: Josefina Vázquez Mota obtuvo el 25.4% de los votos; Enrique Peña Nieto, el 38.2%; y Andrés Manuel López Obrador, el 31.6%.

Si damos por buenos los datos de intención de voto efectiva que reportó Mitofsky en enero de este año (JVM 28%, EPN 50% y AMLO 22%), tenemos entonces que el saldo electoral de las campañas para el PAN fue de -2.6%; para el PRI-PVEM, de -11.8%; y para las izquierdas, de +9.6%. Primera lección: las campañas importan, hacen diferencia.

Otro dato relevante son los resultados en elecciones anteriores. En la presidencial de 2006, por ejemplo, Felipe Calderón obtuvo el 35.9%; Roberto Madrazo, el 22.3%; y Andrés Manuel López Obrador, el 35.3%. Y en la de diputados por mayoría de 2009, el PAN obtuvo el 28%; el PRI-PVEM, el 43%; y las izquierdas, el 18%. Segunda lección: las campañas importan, hacen diferencia… pero no siempre logran revertir las tendencias de más largo aliento.

Finalmente, están los datos de Reforma sobre el perfil sociodemográfico de los votantes en 2006 y 2012, entre los que destacan tres aspectos interesantes. El primero se refiere al norte y centro-occidente del país, regiones cuyos electores se inclinaron mayoritariamente por Calderón en 2006 (43 y 47%, respectivamente) y ahora, en 2012, lo hicieron por Peña Nieto (40 y 44%). El segundo se refiere al desplazamiento de los electores ubicados en el centro y la derecha del espectro ideológico, la mayor parte de los cuales optó por Calderón en 2006 (37 y 48%) y ahora, en 2012, se inclinó por Peña Nieto (40 y 50%). Y el tercero se refiere a la consolidación de López Obrador entre los electores que se identifican como de izquierda, quienes en su mayoría votaron por él en 2006 (62%) y en 2012 (67%), así como entre los electores de las regiones del centro (44% en 2006, 43% en 2012) y el sur (40% en 2006, 40% en 2012). Tercera lección: para ganar la Presidencia parece que hay que contar, por un lado, con el apoyo mayoritario de los electores de centro y derecha; y, por el lado, de los del norte y el centro-occidente.

Peña Nieto hizo lo que tenía que hacer para ganar; Vázquez Mota, para perder; y López Obrador… para sobrevivir.

-- Carlos Bravo Regidor
La Razón, lunes 20 de agosto de 2012.

domingo, 5 de agosto de 2012

PRI: lo que apoya, resiste


Fue a fines de la década de 1970, con la reforma política que inauguró la larga transición mexicana a la democracia, que Jesús Reyes Heroles acuñó aquella frase de “lo que resiste, apoya”.* En el contexto de esos años (de represión estudiantil, guerra sucia, múltiples protestas sindicales y una elección presidencial en la que sólo “compitió” un candidato), la frase quería decir que abrir el sistema político para incluir a nuevos sectores y fuerzas de oposición podría ser una forma, paradójica pero efectiva, de legitimarlo.

No se equivocaba. Así fue. Y el gradualismo que caracterizó nuestro proceso de democratización le debe mucho, para bien o para mal, a esa visión de Reyes Heroles.

Hoy, sin embargo, el contexto político es otro. Tan otro, de hecho, que la pregunta para el PRI ya no es cómo legitimar su permanencia en el poder incorporando a quienes estaban fuera del sistema sino cómo legitimar su regreso a la Presidencia desincorporando a quienes forman parte de su propia coalición. Me explico.

En cierto sentido, la de Enrique Peña Nieto fue una candidatura que propuso continuidad en el fondo pero cambio en la forma. Continuidad en el fondo porque el contenido de su programa no es muy distinto, en lo fundamental, ni del de Calderón ni del de Fox ni del de Zedillo ni del de Salinas. La suya sigue siendo una agenda, digamos, de modernización neoliberal. Pero de cambio en la forma porque supo contrastar su imagen de gobernador exitoso con la percepción de que en las administraciones panistas ha imperado la parálisis. De modo que contra los gobiernos de las buenas intenciones ofreció un gobierno de resultados concretos: contra las expectativas frustradas, compromisos ante notario; contra la inexperiencia, eficacia; contra la mediocridad, logros.

(La ironía es que el argumento de la parálisis comenzó como un ardid del PAN que buscaba subirle a los priístas el costo de rechazar sus iniciativas y terminó convertido en un recurso que el propio PRI aprovechó para acusar a los panistas de incompetentes).

Así, el mandato que construyó el candidato del PRI fue menos un mandato de algo por hacer que un mandato de hacer algo. La apuesta de su campaña no fue tanto proyectar un rumbo como transmitir sensación de movimiento. Y he ahí, precisamente, su principal problema.

Porque los intereses que se aglutinaron en torno suyo son, en buena medida, intereses rentistas que están por la inmovilidad: los gobernadores del PRI y sus maquinarias locales, los grandes conglomerados mediáticos, las cúpulas de los sindicatos petrolero, de burócratas y de maestros, etc. Peña Nieto querrá, para cumplir, impulsar al menos un par de las llamadas “reformas que el país necesita”; pero los grupos de interés que lo han apoyado serán, inevitablemente, adversos a ellas. Es decir que su mayor obstáculo no serán sus opositores sino sus aliados.

Este PRI ya no es aquel de “lo que resiste, apoya”. Es, en todo caso, un PRI de “lo que apoya, resiste”…

Alguien haría bien en recordarle a Enrique Peña Nieto el lapidario consejo de James Carville: a campaign is the time to stab your enemies, a transition is the time to stab your friends.

-- Carlos Bravo Regidor
La Razón, lunes 7 de agosto de 2012.

* Nacho Marván me ha hecho ver que la frase, en realidad, no la "acuñó" Jesús Reyes Heroles sino que, más bien, se la apropió de las Tácticas parlamentarias de Jeremy Bentham. Busco en dicho texto y, efectivamente, la cita textual aparece en la página 86, en el segundo párrafo: 

"Considérese aparte el efecto que las deliberaciones públicas sobre las leyes, providencias, impuestos y conducta de los hombres públicos, han de producir en el espíritu general de una nación en favor de su gobierno. Se han refutado las objeciones, confundido los rumores falsos y puesto a la vista de todos la necesidad de los sacrificios que se exigen de los pueblos. La oposición con todos sus esfuerzos, tan lejos de causar perjuicio a la autoridad, le hace un particular servicio; en cuyo sentido puede decirse ciertamente que lo que resiste apoya; porque el gobierno está mucho más seguro del acierto general de una providencia, y de la aprobación pública, después que ambos partidos han luchado en un combate que ha tenido a la nación entera por testigo".

El original, en inglés, dice así:  

"Consider, in particular, how much public deliberations respecting the laws, the measures, the taxes, the conduct of official persons, ought to operate upon the general spirit of a nation in favour of its government. Objections have been refuted,—false reports confounded; the necessity for the sacrifices required of the people have been clearly proved. Opposition, with all its efforts, far from having been injurious to authority, will have essentially assisted it. It is in this sense that it has been well said, that he who resists, strengthens: for the government is much more assured of the general success of a measure, and of the public approbation, after it has been discussed by two parties, whilst the whole nation has been spectators".

Agradezco al profesor Marván tan atinada aclaración.