Para Jesús Robles Maloof, con admiración
¿Cuál es el papel de la policía en una democracia? ¿Cómo
resolver la paradoja de que el uso de la fuerza pública pueda ser un apoyo
indispensable pero, al mismo tiempo, una amenaza insoslayable para la
convivencia democrática? ¿Qué esperar de una institución cuyo propósito es
hacer obedecer la ley pero cuyas acciones son tan susceptibles de violar derechos?
¿Cómo protegernos de los abusos de quienes tienen la obligación de protegernos?
En nuestra conversación pública discutir la policía
ha sido discutir la inseguridad, la corrupción, la lucha contra el crimen
organizado, la negligencia, la impunidad, pero no la democracia. Y discutir la
democracia ha sido discutir las elecciones, las relaciones entre poderes, la
transparencia y el acceso a la información, los derechos de las minorías, la
creación de órganos autónomos, pero no la policía. Policía y democracia son
temas, pues, que nos hemos acostumbrado a discutir por separado, aislados el
uno del otro, como si no tuvieran nada que ver.
Sin embargo, pocas interacciones dicen tanto sobre
la naturaleza de un sistema político, sobre la forma en que se relacionan una
sociedad y sus autoridades, como la interacción entre los ciudadanos y la
policía. Más aún, no es exagerado afirmar que lo que mandan las normas sobre lo
que puede o no puede hacer la policía, lo que hace o no hace de todos modos en
la práctica, las consecuencias que tienen o no tienen sus acciones o su
inacción, son todos aspectos tan fundamentales para poner a prueba el carácter
democrático de un régimen como si existe o no existe censura en la prensa, como
si hay o no hay competencia por el poder, como quién puede o no puede votar.
De hecho, como ha mostrado David Sklansky (http://bit.ly/U6UGWd), parece existir un vínculo inadvertido entre nuestras ideas sobre
cómo debe funcionar la policía y cómo debe funcionar la democracia. Así, por
ejemplo, a la idea elitista del gobierno democrático que se volvió predominante
en Estados Unidos durante la década de los cincuenta correspondió una idea que
enfatizaba la profesionalización de los cuerpos policíacos. Y a la idea más participativa
de la democracia que surgió a partir de los años sesenta correspondió una idea
que propuso enfatizar más bien la vinculación de la policía con la comunidad.
Mientras escribo esta nota se da a conocer la
noticia de que 56 de los 69 detenidos en la Ciudad de México tras los
disturbios del pasado 1 de diciembre han sido liberados “por falta de pruebas”.
Y no puedo concluir sino preguntando: ¿qué clase de democracia es esta, en la
que se detiene sin pruebas a tantas personas, en la que tantos responsables de
actos criminales siguen libres y en la que la policía sigue sin tener que
rendir cuentas?
-- Carlos Bravo Regidor
La Razón, lunes 10 de diciembre de 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario