lunes, 17 de diciembre de 2012

Policía y democracia


Para Jesús Robles Maloof, con admiración

¿Cuál es el papel de la policía en una democracia? ¿Cómo resolver la paradoja de que el uso de la fuerza pública pueda ser un apoyo indispensable pero, al mismo tiempo, una amenaza insoslayable para la convivencia democrática? ¿Qué esperar de una institución cuyo propósito es hacer obedecer la ley pero cuyas acciones son tan susceptibles de violar derechos? ¿Cómo protegernos de los abusos de quienes tienen la obligación de protegernos?

En nuestra conversación pública discutir la policía ha sido discutir la inseguridad, la corrupción, la lucha contra el crimen organizado, la negligencia, la impunidad, pero no la democracia. Y discutir la democracia ha sido discutir las elecciones, las relaciones entre poderes, la transparencia y el acceso a la información, los derechos de las minorías, la creación de órganos autónomos, pero no la policía. Policía y democracia son temas, pues, que nos hemos acostumbrado a discutir por separado, aislados el uno del otro, como si no tuvieran nada que ver.

Sin embargo, pocas interacciones dicen tanto sobre la naturaleza de un sistema político, sobre la forma en que se relacionan una sociedad y sus autoridades, como la interacción entre los ciudadanos y la policía. Más aún, no es exagerado afirmar que lo que mandan las normas sobre lo que puede o no puede hacer la policía, lo que hace o no hace de todos modos en la práctica, las consecuencias que tienen o no tienen sus acciones o su inacción, son todos aspectos tan fundamentales para poner a prueba el carácter democrático de un régimen como si existe o no existe censura en la prensa, como si hay o no hay competencia por el poder, como quién puede o no puede votar.

De hecho, como ha mostrado David Sklansky (http://bit.ly/U6UGWd), parece existir un vínculo inadvertido entre nuestras ideas sobre cómo debe funcionar la policía y cómo debe funcionar la democracia. Así, por ejemplo, a la idea elitista del gobierno democrático que se volvió predominante en Estados Unidos durante la década de los cincuenta correspondió una idea que enfatizaba la profesionalización de los cuerpos policíacos. Y a la idea más participativa de la democracia que surgió a partir de los años sesenta correspondió una idea que propuso enfatizar más bien la vinculación de la policía con la comunidad.

Mientras escribo esta nota se da a conocer la noticia de que 56 de los 69 detenidos en la Ciudad de México tras los disturbios del pasado 1 de diciembre han sido liberados “por falta de pruebas”. Y no puedo concluir sino preguntando: ¿qué clase de democracia es esta, en la que se detiene sin pruebas a tantas personas, en la que tantos responsables de actos criminales siguen libres y en la que la policía sigue sin tener que rendir cuentas?

-- Carlos Bravo Regidor
La Razón, lunes 10 de diciembre de 2012

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