miércoles, 16 de mayo de 2012

El dinosaurio: la extinción de una metáfora


Durante los años dorados de la transición hubo una metáfora que capturó, como ninguna otra, la imaginación democrática de los mexicanos. Una metáfora que supo articular las sensaciones encontradas que inspiraba el sistema político priísta, en muchos aspectos obsoleto pero muy resistente, que daba tremendas señales de debilidad pero al mismo tiempo mostraba una sorprendente capacidad de supervivencia. Me refiero, desde luego, a la metáfora del dinosaurio.

No me ocupo de qué tan exacta o exagerada haya sido. Me ocupo tan solo de lo exitosa que resultó para representar a los adversarios del entusiasmo democratizador como feroces encarnaciones de un pasado que se negaba a morir, como amenazantes criaturas anacrónicas que insistían en aferrarse al poder para seguir gobernando un tiempo que ya no era el suyo. Y es que la metáfora del dinosaurio fue, en ese sentido, la expresión más acabada de una idea de la democracia en función de la cual al PRI no le quedaba más que extinguirse.

De hecho, tras las elecciones del 2000 abundaron análisis que quisieron ver en su derrota presidencial al meteorito que habría de acabar, finalmente, con el dinosaurio priísta. Sucede, sin embargo, que dos sexenios después el saldo es muy otro. La alternancia no provocó la súbita desaparición del dinosaurio; más bien, inauguró el paulatino desgaste de esa metáfora como recurso de crítica política.

En parte porque el tiempo pasa, la gente olvida, el electorado cambia. En parte porque los fiascos del foxismo, la “guerra” de Calderón y la presidencia “legítima” de López Obrador crearon las condiciones para que el PRI se reinventara como una nueva opción electoral: la del voto de castigo contra el PAN-gobierno, la del voto de desconfianza contra el PRD-oposición. Y en parte porque la reiterada impresión de estar gobernados por una punta de novatos incompetentes terminó por relativizar los defectos del dinosaurio hasta el punto, incluso, de hacerlos parecer una forma de eficacia.

Digamos, pues, que el 2012 nos despierta con la noticia de que la metáfora del dinosaurio ha perdido buena parte de la tracción política que tuvo. ¿Cómo explicar, si no, el hecho de que en el año 2000 alrededor del 42.5% de los electores votó por el candidato con más probabilidad de “sacar al PRI de los Pinos” y ahora, doce años después, un 45-50% manifiesta la intención de querer votar por su regreso?

Hay que acusar recibo: el vocabulario de la transición está agotado. No sirve ya ni para dar cuenta de lo que está pasando ni para influir significativamente en el rumbo de los acontecimientos. Admitirlo no implica renunciar a la crítica. Implica, en todo caso, reconocer que hace falta inventar un nuevo vocabulario crítico que recupere la efectividad que el de la transición ha perdido.

-- Carlos Bravo Regidor
La Razón, mayo de 2012

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