lunes, 22 de junio de 2009

Borradores de la historia

Lo que dice la prensa hoy es el primer borrador de lo que escribirán los historiadores mañana –eso pensaba Philip Graham, mandamás del Washington Post durante los años cincuenta. No sé si sea cierta, pero es una idea interesante. Porque propone leer los periódicos como bosquejos de una historia en ciernes, como si entre sus páginas se insinuara la forma que acaso adquiera el presente cuando lo contemple la posteridad.

Repaso las noticias más importantes de las últimas semanas: la guerra contra el narcotráfico, el hacinamiento en las cárceles, escándalos de corrupción y/o negligencia, la contracción de la economía, la vulnerabilidad de las finanzas públicas, la caída del empleo, la impotencia de las instituciones públicas, la frivolidad de las campañas electorales, la polémica sobre el voto nulo. Si éstos fueran los elementos de un “primer borrador”, ¿de qué se trataría, según la idea de Graham, el relato de los historiadores al respecto? Conjeturo tres respuestas: 

a) De una nueva normalidad, esto es, de cómo nos acostumbramos a habitar en el país de esas noticias; de cómo aprendimos a adaptarnos cotidianamente a la inseguridad, a la incertidumbre, a la frustración; de cómo nada empeoró ni mejoró sino todo lo contrario; de cómo repetíamos que las cosas no podían seguir así, pero precisamente así siguieron siendo. Una historia más o menos como la que sugiere Natalia Mendoza Rockwell en Conversaciones del desierto (CIDE, 2008).   

b) De la decadencia, o sea, de cómo cada una de esas noticias constataba que el país se nos caía a pedazos; de cómo en algún momento la “transición” (al Estado de Derecho, al Libre Mercado, a la Democracia, al Primer Mundo) desvió el rumbo y, de ahí en adelante, todo fue de mal en peor; de cómo la élite en el poder no supo estar a la altura de lo que demandaban las circunstancias. Una historia, digamos, estilo Lorenzo Meyer: algo así como la versión siglo veintiuno de lo que para el siglo veinte fue la llamada “muerte de la Revolución Mexicana”. 

c) De la ruptura que viene, es decir, de cómo todas esas noticias eran el preámbulo de un golpe; de cómo la violencia del crimen organizado, la debilidad del gobierno, el oportunismo de la clase política y la impaciencia de la población abonaron el terreno para una “solución de mano dura”; de cómo el Presidente Calderón decidió hacerse cargo sacando al ejército a las calles y de cómo el ejército agradeció la decisión haciéndose cargo de dejar en la calle a Calderón. Una historia, en suma, como la que a veces parecen anticipar los textos de Javier Ibarrola en Milenio.  

Ni hablar: estos días nuestras noticias no dan más que para historias tristes.

--Carlos Bravo Regidor
(La Razón, Lunes 15 de Junio de 2009)

1 comentario:

  1. Coleccionaré mis revistas del corazón para mis nietos historiadores. No será la jornada sino el Quien el que revele el país que vivimos.

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