lunes, 15 de octubre de 2012

Premiar a un plagiario


Al tratar de justificar su polémica decisión de entregar el premio FIL 2012 a Alfredo Bryce Echenique los integrantes del jurado, primero en un comunicado conjunto y luego Jorge Volpi a título individual, han echado mano de dos argumentos. Uno es que las acusaciones de plagio competen únicamente a los tribunales del “ámbito penal” y no a quienes juzgan méritos literarios. El otro es que los artículos periodísticos de un autor no forman parte de su “obra narrativa”.

Veamos. En primer lugar, sobre Bryce pesan no acusaciones de plagio sino plagios confirmados y sancionados por el INDECOPI, la autoridad en materia de protección a la propiedad intelectual en el Perú (véase http://bit.ly/OZGHon). Bryce firmó y cobró como propios decenas de textos que no escribió él, a veces sin cambiarles ni una coma, a veces con modificaciones mínimas, pero en todos los casos haciéndose pasar como autor de obra ajena. Seamos claros: lo de Bryce no son “acusaciones”, son plagios enteramente comprobables (véase http://bit.ly/QWYET7) y comprobados.

En segundo lugar, ¿cómo explicar que quienes tienen la encomienda de valorar los méritos de un autor se abstengan de considerar el hábito que tiene dicho autor de atribuirse una y otra vez el trabajo de otros autores? ¿Qué significa que Calin-Andrei Mihailescu, Jorge Volpi, Julio Ortega, Leila Guerrero, Margarita Valencia, Mark Millington y Mayra Santos-Febres hayan decidido premiar, por unanimidad, a quien al ser confrontado por sus plagios responde cosas como “el plagio es incluso un homenaje”, “estoy muy viejo, tengo derecho a perder la memoria” o “he ganado lectores, mis libros últimamente se han vendido más que nunca”? ¿Cómo llamar al hecho de que un jurado literario afirme que el plagio es un asunto legal que no le incumbe, como si no tuviera implicaciones artísticas ni éticas? Se me ocurre una palabra: complicidad.

Y en tercer lugar, si decidimos que la obra periodística (entendida como no ficción o como la que se difunde a través de publicaciones periódicas) no forma parte de la obra literaria, ¿qué hacemos con el doctor Johnson, William Hazlitt, Mark Twain, Jack London, Edmund Wilson, George Orwell o Joan Didion? ¿Con Mariano José de Larra, Leopoldo Alas “Clarín”, Julio Camba, Ortega y Gasset, Josep Pla, Carmen Martín Gaite o Francisco Umbral? ¿O con Fernández de Lizardi, Guillermo Prieto, Ignacio Manuel Altamirano, Manuel Gutiérrez Nájera, Micrós, Salvador Novo, Ricardo Garibay, Jorge Ibargüengoitia, Carlos Monsiváis o Alma Guillermoprieto? ¿Qué historia, qué tradición, qué literatura avalan ese deslinde? Mejor hubieran dicho que no tomaban en cuenta la obra periodística de Bryce porque al fin y al cabo ni es suya.

Volpi y el jurado argumentan que la obra de Bryce está “más allá de las acusaciones”. Entendámoslos: ellos no se pronuncian con respecto al plagio, sólo están premiando al plagiario.

-- Carlos Bravo Regidor
La Razón, lunes 15 de octubre de 2012

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