Al tratar de justificar su polémica decisión de entregar el premio FIL
2012 a Alfredo Bryce Echenique los integrantes del jurado, primero en un comunicado conjunto y luego Jorge Volpi a título individual, han echado mano de dos argumentos.
Uno es que las acusaciones de plagio competen únicamente a los tribunales del “ámbito
penal” y no a quienes juzgan méritos literarios. El otro es que los artículos
periodísticos de un autor no forman parte de su “obra narrativa”.
Veamos. En primer
lugar, sobre Bryce pesan no acusaciones de plagio sino plagios confirmados y
sancionados por el INDECOPI, la autoridad en materia de protección a la
propiedad intelectual en el Perú (véase http://bit.ly/OZGHon). Bryce firmó
y cobró como propios decenas de textos que no escribió él, a veces sin
cambiarles ni una coma, a veces con modificaciones mínimas, pero en todos los
casos haciéndose pasar como autor de obra ajena. Seamos claros: lo de Bryce no
son “acusaciones”, son plagios enteramente comprobables (véase http://bit.ly/QWYET7) y comprobados.
En segundo lugar, ¿cómo
explicar que quienes tienen la encomienda de valorar los méritos de un autor se
abstengan de considerar el hábito que tiene dicho autor de atribuirse una y
otra vez el trabajo de otros autores? ¿Qué significa que Calin-Andrei
Mihailescu, Jorge Volpi, Julio Ortega, Leila Guerrero, Margarita Valencia, Mark
Millington y Mayra Santos-Febres hayan decidido premiar, por unanimidad, a
quien al ser confrontado por sus plagios responde cosas como “el plagio es
incluso un homenaje”, “estoy muy
viejo, tengo derecho a perder la memoria” o “he ganado
lectores, mis libros últimamente se han vendido más que nunca”? ¿Cómo
llamar al hecho de que un jurado literario afirme que el plagio es un asunto
legal que no le incumbe, como si no tuviera implicaciones artísticas ni éticas?
Se me ocurre una palabra: complicidad.
Y en tercer lugar, si
decidimos que la obra periodística (entendida como no ficción o como la que se
difunde a través de publicaciones periódicas) no forma parte de la obra
literaria, ¿qué hacemos con el doctor Johnson, William Hazlitt, Mark Twain,
Jack London, Edmund Wilson, George Orwell o Joan Didion? ¿Con Mariano José de
Larra, Leopoldo Alas “Clarín”, Julio Camba, Ortega y Gasset, Josep Pla, Carmen
Martín Gaite o Francisco Umbral? ¿O con Fernández de Lizardi, Guillermo Prieto,
Ignacio Manuel Altamirano, Manuel Gutiérrez Nájera, Micrós, Salvador Novo,
Ricardo Garibay, Jorge Ibargüengoitia, Carlos Monsiváis o Alma Guillermoprieto?
¿Qué historia, qué tradición, qué literatura avalan ese deslinde? Mejor hubieran
dicho que no tomaban en cuenta la obra periodística de Bryce porque al fin y al
cabo ni es suya.
Volpi y el jurado
argumentan que la obra de Bryce está “más allá de las acusaciones”.
Entendámoslos: ellos no se pronuncian con respecto al plagio, sólo están
premiando al plagiario.
-- Carlos Bravo Regidor
La Razón, lunes 15 de octubre de 2012
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