lunes, 14 de diciembre de 2009

La otra violencia

Hay una violencia que satura nuestra conversación pública. Es una violencia explícita, directa, deliberada, muy visible por lo que hay en ella de transgresión al orden establecido, por cómo altera el curso esperado de las cosas, y que por más o menos frecuente que sea no podemos representárnosla salvo como un fenómeno escandaloso, excepcional, aberrante.

Es la violencia de la que hablamos cuando hablamos de la inseguridad.

Hay otra violencia, sin embargo, que no figura en nuestra conversación pública. Es una violencia implícita, silenciosa, involuntaria, que lejos de representar una perturbación constituye el propio orden establecido, que no trastoca sino que es en sí misma el curso esperado de las cosas. Es una violencia a la que estamos perfectamente acostumbrados, que no vemos porque hemos aprendido a convivir con ella todos los días, que forma parte de nuestra idea de la normalidad.

Es la violencia de la que no hablamos cuando hablamos de la pobreza.


Pienso, por ejemplo, en la cobertura que hacen los medios de comunicación. En que dar las noticias sobre la inseguridad significa relatar robos, asaltos, secuestros, ejecuciones, tratar de identificar a los perpetradores, entrevistar a víctimas o testigos, fotografiar las escenas del crimen, denunciar a las autoridades negligentes o coludidas, mientras que dar las noticias sobre la pobreza es, si acaso, reportar los cálculos más recientes del CONEVAL.

Así, la inseguridad son historias de todos los días; la pobreza, estadísticas de vez en cuando.

El resultado es un clima de opinión muy susceptible ante la inseguridad, incrédulo o incluso hostil contra los intentos de medir esa violencia o de ponerla en perspectiva, pero muy indiferente al crecimiento de la pobreza, impasible ante el drama de esa otra violencia que son el hambre, las carencias, la falta de oportunidades. Un clima de opinión que oscila, selectivamente, entre gritos de sobresalto y bostezos de desinterés, y en el que encuentran mucha más resonancia la oferta Verde de restaurar la pena de muerte o los coqueteos paramilitares del alcalde de San Pedro que la propuesta Levy de crear un sistema de seguridad social universal.

Un clima de opinión, en resumidas cuentas, más propicio para una política del miedo que para políticas de redistribución.

En esas estamos.

-- Carlos Bravo Regidor

(La Razón, lunes 14 de Diciembre de 2009)

2 comentarios:

  1. Finalmente, la violencia fruto de la inseguridad es redituable, desde una perspectiva mediática. La violencia derivada del estado de pobreza en el que vivimos, no. Y nada más violento que la omisión. Pero no decimos nada nuevo.

    ResponderEliminar
  2. A estas alturas debería de ser claro que México es un país que odia a sus pobres, por eso no hablamos de ellos. Pero, citando a un clásico, volverán y serán millones.

    ResponderEliminar