Recibo un correo electrónico, de una persona que no conozco, invitándome a una “movilización contra recortes a la cultura”. El 2 de octubre, a las 15:30 horas, frente al Palacio de Bellas Artes. La sintaxis, aparentemente, ha sido la primera víctima de los recortes: “ante la crisis económica y social por la que atraviesa México los presupuestos a educación y cultura deben aumentarse, más que nunca el país requiere de apoyarse en estos sectores como la ÚNICA vía pacífica mediante la cual se evitará que el resquebrajamiento de la nación en oleadas de descontento y violencia”.
El mensaje, sin embargo, tiene su interés. No porque sea original (más o menos en esa misma tesitura se han expresado, para llevar agua a su molino, el rector de la UNAM, la Conferencia del Episcopado Mexicano, la bancada perredista en el Senado, el Consejo Coordinador Empresarial y la Confederación Nacional de Organizaciones Populares) sino por lo sintomático que resulta como forma de articular una demanda, de apelar a un repertorio simbólico.
Primero se advierte que hay dificultades, se menciona el presupuesto, se hace alusión a una violencia inevitable en caso de no darles lo que piden al “Frente en Defensa del Arte y la Cultura” y demás abajofirmantes. El lenguaje no podría ser más transparente, más afín al de una extorsión. Más teatro, más museos, más música… o, ya sabemos, ahí viene el 2010.
Luego sigue la referencia de rigor a la Constitución. La amenaza de ruptura elevada, entonces, a rango de garantía individual. Porque la movilización, dice el texto con toda solemnidad burocrática, se fundamenta en “la defensa de nuestro derecho a la cultura consagrado en la fracción novena del artículo cuarto constitucional”.
Y finalmente, para completar el cuadro, está el toque de legitimidad histórica que ofrece una vaga evocación de Tlatelolco, la fantasía parasitaria de que la lucha de entonces y la de ahora son la misma: “hoy como hace 41 años es indispensable salir a la calle a la defensa de las libertades democráticas”.
Estos son, en suma, los términos en que se plantea la demanda: ¡más presupuesto o no respondo chipote con sangre fracción novena del artículo cuarto el pueblo unido jamás será vencido!
Con todo, no deja de haber algo involuntariamente conmovedor, triste, en este asunto. Porque más allá del amago chantajista y de la hueca retórica sesentayochera hay gente que perderá su trabajo, proyectos que quedarán inconclusos, públicos ávidos de oferta cultural. Todo lo cual merecería una formulación menos arcaica, propuestas serias, liderazgos más creativos. Otra cultura de la cultura.
-- Carlos Bravo Regidor
(La Razón, Lunes 5 de Octubre)
lunes, 5 de octubre de 2009
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Pero eso implicaría hacerle el juego al sistema. Mejor que caiga el capitalismo y el país se destruya, que a fin de cuentas ya vendrá alguien a recomponerlo.
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