Hubo un tiempo, no hace tanto, en que La Jornada era un periódico joven. Que ofrecía información fresca, diferente; que procuraba reflexiones originales, análisis precisos y punzantes; que brindaba una visión propositiva del país.
Fundada en 1984, supo convertirse en el espacio de encuentro para corrientes de opinión muy críticas: con el programa de ajuste económico que se puso en marcha luego de la crisis del 82; con el abandono de la política de masas del régimen de la Revolución Mexicana; con una cultura nacional que hacia las de coartada para todo tipo de abusos, intolerancias y atrasos.
El suyo nunca fue un periodismo imparcial, que pretendiera comunicar los hechos con distancia y sin tomar partido, sino un periodismo comprometido, explícitamente de izquierda. Era, pues, un periódico con proyecto: social, democrático, contestatario.
En sus páginas pioneras, a un tiempo militantes y desparpajadas, se consolidaron voces como el Por mi madre bohemios de Carlos Monsiváis, la Plaza pública de Miguel Ángel Granados Chapa, La ciencia en la calle de Luis González de Alba; la escuela de fotoperiodismo que fueron Pedro Valtierra, Rogelio Cuéllar y Frida Hartz; suplementos como las Histerietas de Jis y Trino, La Jornada Semanal de Roger Bartra o Juan Villoro, etc. Grandes artesanos de cuyos oficios renovadores ya no queda, en La Jornada de hoy, ni el polvo.
Iba que volaba para ser el periódico de la transición pero en algún momento (¿1994, 1997, 2000?) perdió la vitalidad, el ingenio, los talentos que lo habían caracterizado.
Así, mientras el país se abría a nuevas incertidumbres La Jornada se fue encerrando en sus viejas certezas hasta volverse eso que es hoy: un periódico sectario, amargo, sin matices ni complejidad, adicto a cargar las tintas y a encuadrarlo casi todo conforme a la lógica de una teoría de la conspiración. Un periódico al que, aparentemente, no le ha quedado más que compensar por las luces que ha perdido con una cada vez más inflamada combatividad.
La semana pasada, por ejemplo, informaba sobre el conflicto en Luz y Fuerza del Centro resumiendo: “Lozano Alarcón se lanza con todo y descabeza al SME”. En la Rayuela, esta ponderación: “Frente a la planta de luz rueda la cabeza con un mensaje garrapateado sobre una hoja: Para que aprendan a respetar”. Ayer mismo, su nota principal era “El gobierno asalta instalaciones de LFC, ordena su extinción”. Y en la Rayuela: “Parte de guerra: las armas nacionales se vistieron de gloria. Tropas al mando del general sin estrellas arremetieron contra trabajadores desarmados”.
Reviso ejemplares viejos de La Jornada y me convenzo de que estaba destinada a convertirse en El País mexicano. Leo los ejemplares de estos días y veo, ay, que terminó siendo el Alarma de la izquierda.
-- Carlos Bravo Regidor
(La Razón, Lunes 12 de Octubre de 2009)
lunes, 12 de octubre de 2009
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¿Sintomático de la izquierda?
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