lunes, 14 de septiembre de 2009

Voltaire, Tutino y el 2010

Decía Voltaire que la superstición es a la religión lo que la astrología a la astronomía: la hija idiota de una madre sabia. Advertía, sin embargo, que esas dos hijas proliferan en tiempos de confusión igual que en tiempos de carencia proliferan los falsificadores de billetes.           

Casi lo mismo hubiera podido escribir hoy, en la víspera de los centenarios, sobre esos augurios de “estallido social” que empiezan a abundar en nuestra conversación pública. Si en 1810 fue la independencia y en 1910 la revolución, en 2010… ¡Alarma!           

Con todo, más allá de la superchería cabalística, de la franca insidia o el mero sensacionalismo, la preocupación por los ciclos históricos y las crisis seculares en la historia de México ha producido algunas investigaciones muy instructivas. Quizás la más importante es la de John Tutino, De la Insurrección a la Revolución en México, un magnífico libro que explica la dinámica de la violencia agraria, desde fines del virreinato hasta el cardenismo, en función de dos factores: uno, los agravios que se gestan entre las clases campesinas por el deterioro en sus condiciones de vida y, dos, las oportunidades estratégicas para el levantamiento armado que ofrecen la debilidad o fragmentación de las élites en el poder.           

Hace un par de años, en un artículo sobre la posibilidad de nuevos levantamientos rurales (en el libro coordinado por Elisa Servín y Leticia Reina, Crisis, Reforma y Revolución), Tutino agregó un tercer factor a su modelo: las capacidades subversivas de los núcleos agrarios, es decir, el grado de liderazgo, organización, visión y sustento material necesarios para desafiar el orden establecido. Su argumento es que luego del último momento revolucionario (1910-1940) el campo mexicano experimentó un proceso de transformación muy profundo, inédito, cuyo resultado fue la erosión permanente de sus capacidades subversivas. Tal vez surjan otras formas de protesta o rebeldía, concluye Tutino, pero la era de las revoluciones tal y como las conocimos en los últimos dos siglos ha llegado a su fin.

Para algunos será una conclusión acertada o tranquilizadora; para otros, incorrecta o triste. En cualquier caso, se trata de un planteamiento bien fundamentado, riguroso, serio, con el que tendrían que habérselas quienes auguran, como si nada hubiera cambiado en los últimos veinte o cincuenta o cien o doscientos años, un 2010 puntual e irremediablemente revolucionario. 

De lo contrario sabremos, a la Voltaire, que lo suyo es falsificar el futuro para lucrar en tiempos de incertidumbre, que sus profecías no son más que hijas idiotas de esa madre sabia que es la historia.    

-- Carlos Bravo Regidor 
(La Razón, Lunes 14 de Septiembre, 2009) 

1 comentario:

  1. El ejido: ¿padre del subdesarrollo del campo y del apaciguamiento del campesino? Interesante tradeoff. Habrá que leer el libro.

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