lunes, 6 de mayo de 2013

Medios: más cercanía, menos claridad

La forma en que los medios de comunicación estadounidenses han dado cuenta de los atentados del 15 de abril pasado en Boston es un testimonio muy vívido, verdaderamente ejemplar, de esa suerte de dislocamiento temporal que constituye la nueva normalidad del paisaje informativo contemporáneo. El contraste entre la frenética cobertura en vivo y la metódica reconstrucción de los hechos, entre la urgencia que impone la noticia y la distancia que requiere explicarla, no podría ser más evidente.

Cuatro días después de los hechos la policía desplegó una “cacería de los sospechosos a la que los medios de comunicación se sumaron de inmediato, interrumpiendo su programación habitual y haciendo enlaces con reporteros ubicados en distintos puntos alrededor de Boston. Sin embargo, más que ofrecer alguna información concreta los medios se dedicaron a propagar la confusión general. Una reportera de CNN ilustró involuntariamente el absurdo de la situación cuando al tiempo que la cámara enfocaba a unas patrullas circulando dijo muy agitada al micrófono, literal: there is a lot of movement, something is happening but we don’t know what it is! (“¡hay mucho movimiento, algo está pasando pero no sabemos qué!”). Y así fue, tal cual, durante horas.

Como escribió Farhad Manjoo en Slate, seguir la transmisión en directo fue una manera muy eficaz de mantenerse perfectamente desinformado minuto a minuto. Las tecnologías de la inmediatez disponibles hoy en día (e.g., teléfonos celulares, redes sociales, agregadores de noticias) hacen que nos enteremos de los acontecimientos más rápido de lo que podemos darles sentido. Permiten que participemos de la emoción del momento como si estuviéramos ahí, en el lugar de los hechos, pero nos despojan de la perspectiva necesaria para hacer inteligible su significado, para entender de qué se trata la historia.
           
Más aún, tanta “cercanía”, aunque sea virtual, no se traduce en mayor claridad. Antes al contrario, la secuencia de la supuesta trayectoria que siguieron los sospechosos, desde el supuesto asesinato de un oficial del M.I.T., el supuesto robo de una camioneta y el supuesto asalto en una gasolinera, está repleta de incógnitas e inconsistencias que la sensación de alivio posterior a las horas de adrenalina ha sepultado casi por completo. Hoy el público estadounidense sabe mucho más de cómo era la vida de los hermanos Tsarnaev antes del atentado (los propios medios se han encargado ya con mucho esmero de dar a conocer sus “antecedentes”) que de lo que ocurrió durante su “cacería”: de cómo los identificó la policía, cómo dio con ellos, qué evidencia hay en su contra, cómo fue el tiroteo en el que murió el mayor y qué causó las heridas que presentaba el menor cuando fue aprehendido.
           
Todos los medios lo informaron en vivo y en directo, pero aparentemente no hay ninguno que sepa bien a bien qué fue lo que pasó.                      

-- Carlos Bravo Regidor
La Razón, lunes 6 de mayo de 2013

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