He aquí una selección muy breve, mínima, de encabezados noticiosos de
los últimos días: “Ignoraron protocolo de precontingencia”, “Vende Ebrard
¡calle!”, “Nada festejaron las madres de desaparecidos”, “Condona SAT a
Televisa 3 mil millones de pesos”, “PGR investiga explosión de pipa en San
Pedro Xalostoc”, “Derrocha Sabines gasto en imagen”, “Absuelve el gobierno de
Peña a papá de Lady Profeco”, “Vive
entre lujos Deschamps Jr.”, “Estados tienen en abandono hospitales”, “Consar:
en crisis de pensiones, Pemex y gobiernos estatales”. ¿En qué se parecen? ¿Qué
tienen en común?
Desde el punto de vista de los medios, esos encabezados son el pan
informativo de cada día, ejemplos perfectamente comunes y corrientes de la
rutina llamada “ciclo noticioso 24/7”: notas de cierto impacto a las que rara
vez se les da seguimiento, que generan acaso una que otra respuesta (ya sea
retórica, burocrática o simbólica, pero casi siempre insustancial) y que al
poco tiempo son desplazadas por una nueva tanda de notas que sigue el mismo
patrón. Y así una y otra y otra vez. No deja de tener su ironía el hecho de que
se denomine “noticioso” (o, en inglés, news)
a un ciclo tan conocido y predecible.
Desde el punto de vista de la ciudadanía, esos encabezados representan
la enésima confirmación de los males que corroen la vida pública: incompetencia,
corrupción, negligencia, complicidad, abuso, impunidad, dispendio… etcétera.
Pero lejos de producir intervenciones realmente críticas o llamados a la
movilización, su incansable redundancia termina constituyendo el abono ideal
para esa suerte de versión mexicana de la “cultura de la queja” (Robert Hughes)
en la que los ciudadanos somos niños indefensos, la culpa siempre es de “otros”,
todo está mal y nadie hace nada. Son pequeños escándalos cotidianos que hacen
más cómoda, paradójicamente, nuestra zona de confort.
Y desde el punto de vista de la clase política, esos encabezados son evidencia
de que las cosas funcionan (para la clase política, se entiende). De que se
pueden tomar malas decisiones, o no tomar ninguna decisión, y casi nunca hay
que pagar las consecuencias. De que puede haber muchos afectados, damnificados
o incluso muertos, pero rara vez hay quien rinda cuentas. De que decir “toda la
fuerza del Estado” o “nadie por encima de la ley” son eufemismos para “aquí no
pasa nada” o “háganle como quieran”. En fin, de que una cosa es tener una
posición de responsabilidad y otra, muy distinta, tener que hacerse
responsable.
Decía Thomas Jefferson que cuando la sociedad teme al gobierno, hay
tiranía; y cuando el gobierno teme a la sociedad, hay libertad. ¿Pero qué hay
cuando la sociedad no teme al gobierno ni el gobierno teme a la sociedad? No sé
con qué nombre identificarlo, pero sí sé que en México ese es nuestro business as usual.
-- Carlos Bravo Regidor
La Razón, lunes 13 de mayo de 2013
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