lunes, 16 de agosto de 2010

Hablar de otras cosas... y de otra manera

Decía Alejandro González Iñárritu, hace un par de semanas, en una entrevista con los locutores de El Weso: “lo que está pasando es que todos los medios de comunicación están secuestrados por la violencia, por el miedo, por la política, por el tremendismo. Yo creo que debemos crear espacios para hablar de otras cosas que también existen”. Terminada la entrevista los weseros procedieron a mofarse alegremente de él con una tonada que decía “yo no sé por qué hablamos de violencia, yo ya estoy hasta el full, yo no sé por qué no nos damos cuenta que todo es Biutiful” (el título de su nueva película).

Pocos días después Soledad Loaeza, en su columna de La Jornada, rescató la inquietud de González Iñárritu: “la prominencia de la nota roja y de la politiquería en la información y los comentarios en los medios, nos ha empobrecido y ha estrechado la perspectiva desde la que vemos a México y a nosotros mismos […] ¿De veras no tenemos otros temas de conversación?”

Héctor Aguilar Camín, desde las páginas de Milenio, terció: “recuerdo de otras épocas a directores de prensa y jefes de información frotándose las manos ante la posesión noticiosa, en exclusiva, de una desgracia. Me atrevería a decir que ese gesto domina la moral periodística del país y tiñe de negro su opinión pública […] No hay quien arriesgue el descrédito de creer una buena noticia o sostener una idea poco lúgubre del país […] Nos hemos vuelto especialistas no en contar nuestras bendiciones, como manda el dicho inglés, sino en censar nuestros males”.

Es cierto que la conversación pública se nos ha vuelto odiosamente monotemática; que la fascinación de los medios con la violencia no convoca a imaginar un país mejor. Sin embargo, también es cierto que en la práctica del periodismo mexicano todavía suele ser mayor el afán de denuncia que el rigor en la investigación; que para buena parte de nuestra opinión pública el volumen de la queja pesa más que la nitidez de la crítica.

Así, quizás la cuestión consiste no sólo en ampliar el repertorio, sino, además, en modular el registro. Es decir: habría que hablar más de otras cosas, sí, pero también habría que hablar de las cosas de siempre de otra manera. Porque aunque demos espacio a temas menos macabros, no vamos a dejar de hablar de asesinatos, balaceras, extorsiones, atentados, ni secuestros, mientras éstos sigan ocurriendo. Podemos, en todo caso, darlos a conocer sin morbo ni sensacionalismo, reportar al respecto con información puntual y contextualizada, hacer análisis que vayan más allá de echarle la culpa al gobierno, emular los protocolos de comunicación que ante emergencias similares desarrollaron prensas como la española o la colombiana…

En fin, que no se trata de cerrar los ojos sino, más bien, de aprender a mirar de otro modo.

Aviso. A partir de hoy, Conversación pública publicará cada dos semanas.

-- Carlos Bravo Regidor

La Razón, lunes 16 de agosto de 2010.

2 comentarios:

  1. Y abrir otro tipo de espacios en los medios en los que la catarsis colectiva (a través del denuesto o el aplauso) no sea el único motivo que estimula a los lectores/ciudadanos a participar. Por ejemplo, foros como éste: http://www.nytimes.com/roomfordebate

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  2. Ese sí sería un cambio de paradigmas

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