lunes, 24 de mayo de 2010

Un problema de percepción



El martes pasado, como parte de su gira de trabajo por España, el Presidente Felipe Calderón concedió una entrevista al programa “Los Desayunos de Televisión Española”. Fue una entrevista de poco más de veinte minutos en la que el Presidente pudo hablar a sus anchas, responder preguntas relativamente blandas, hacer un repaso general de la actualidad de México y el mundo. Calderón se veía cómodo, seguro, sereno. Lo que dijo, sin embargo, fue un tanto confuso.

Sobre la crisis económica se congratuló de que “hicimos la tarea”: por un lado, “tuvimos una política anticíclica muy activa, muy agresiva”; por el otro, “evitamos la tentación de seguir ampliando el gasto”, “liquidamos empresas públicas”, “tuvimos que incrementar la recaudación” y “eso ha permitido a México reducir su déficit”. O sea que fuimos buenos bomberos porque nuestra política para apagar el incendio consistió en… ahorrar agua.

Sobre la lucha contra el narcotráfico, en un principio comentó que “estamos avanzando y golpeando muy fuerte a la delincuencia. Claro que eso se asocia a un debilitamiento estructural y a una inestabilidad interna de los cárteles mexicanos que desde hace algunos años se han comenzado a pelear entre ellos, y debilitados por la acción del gobierno, han exacerbado su inestabilidad, sus divisiones internas, y eso genera la mayor cantidad de casos de violencia”. Pero tres minutos después sostuvo lo contrario: “El noventa por ciento de los homicidios son precisamente efecto de la lucha que libran unos cárteles contra otros. Eso es independiente de la acción del gobierno. Hay quienes equivocadamente dicen que la acción del gobierno es la que ha provocado la violencia. No es así. La violencia entre los cárteles es lo que, entre otras cosas, motiva la acción del gobierno”. La lógica del razonamiento es redonda: la prueba del éxito de la estrategia es que desestabiliza a los cárteles, de ahí que haya más violencia… pero esa violencia no es consecuencia sino causa de la estrategia. 

Finalmente, el Presidente rechazó “la propuesta absurda que hacen mis críticos”, a saber, “que el gobierno mexicano debe simplemente replegarse, como si por arte de magia los criminales se conviertan en santos barones --se les aparezca, como a San Pablo, Jesucristo, y se conviertan en buenos”. Es decir que cuando sus críticos cuestionan la falta de trabajo de inteligencia para desmantelar las redes financieras y logísticas del crimen organizado, o la falta de programas de largo aliento para recomponer el llamado “tejido social”, Calderón sólo escucha de repliegues, santos barones y Jesucristo.

Con todo, lo anterior es testimonio de que tiene razón el Presidente: sí, tenemos “un problema de percepción”… pero empieza en los Pinos.


-- Carlos Bravo Regidor
La Razón, lunes 24 de mayo de 2010



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