domingo, 21 de febrero de 2010

Sobre las alianzas

Sobre las alianzas entre el PAN y el PRD se han dicho, fundamentalmente, dos cosas. Por un lado, que se trata de un imperativo pragmático, de un proyecto democratizador cuyo propósito es romper la hegemonía del PRI en los estados que nunca han conocido la alternancia. Por el otro, que se trata no nada más de un engendro ideológico sino de un proyecto antidemocrático cuya finalidad, antes que gobernar, es la derrota del adversario a como dé lugar.

Los que sostienen lo primero ponderan, sobre todo, la necesidad. Denisse Dresser en Reforma: “El PRI viene de regreso sin haberse modernizado, lo cual implica una regresión para la vida política del país […] La única forma de frenar la maquinaria priísta es deteniendo su avance en estados cruciales para la elección presidencial del 2012 […] Aunque es cierto que las diferencias entre el PAN y el PRD son hondas, el objetivo compartido de ‘sacar al PRI de las gubernaturas’ --desde donde compran votos y voluntades-- puede constituir un punto de encuentro desde el cual armar una plataforma de gobierno […] Cuando dos fuerzas pelean por su propia cuenta, todos son conquistados. Para evitar ese desenlace, el PAN y el PRD deberían forjar alianzas para ahuyentar a las alimañas y a las tepocatas que la transición no logró tocar”.

Los que argumentan lo segundo, en cambio, condenan la incongruencia. Mauricio Merino en El Universal: “Quienes defienden las alianzas nos están diciendo que los triunfos del priísmo son invariablemente espurios y que sus gobiernos son siempre caciquiles, corruptos y retrógrados; nos dicen, como conclusión, que no hace falta otra justificación ética o política para combatir al PRI que la sola posibilidad de verlo ganar las elecciones […] El problema de fondo de ese argumento es que, al final, justifica lo mismo que critica: si el PRI carece de todo compromiso con las causas que dice perseguir, la alianza entre el PAN y el PRD tampoco podrá ofrecer gobiernos que vayan más allá del pragmatismo; si el PRI se muestra como una máquina destinada a ganar comicios, la alianza de sus adversarios no puede comprenderse más que como otro aparato electoral equivalente; si el PRI está dispuesto a renunciar a la ética con tal de seguir en el poder, la alianza que busca enfrentarlo no sólo abandonaría la tradición de ambos partidos, sino los valores que definen su identidad política”.

Sin embargo, la experiencia previa con las alianzas no parece ofrecer mucho sustento ni para el optimismo de los apologistas ni para el pesimismo de los detractores. Lo que inspira, en todo caso, es escepticismo.

Y es que de las diez ocasiones anteriores en que PAN y PRD decidieron competir juntos contra el PRI (San Luis Potosí en 1991; Durango y Tamaulipas en 1992; Coahuila y Nayarit en 1999; Chiapas en 2000; Yucatán en 2001; Colima en 2003; Chihuahua y Oaxaca en 2004), apenas en tres (Nayarit, Chiapas y Yucatán) se alzaron con la victoria. En dos de ellas (Nayarit y Chiapas) con candidatos que habían sido priístas toda la vida, que dejaron de serlo sólo cuando no consiguieron que ese partido los nominara a la gubernatura (Antonio Echevarría y Pablo Salazar).

Más aún, en las siguientes elecciones el PRI volvió al poder en dos de esos tres estados (Nayarit en 2005 y Yucatán en 2007). Y no un PRI renovado gracias a la alternancia sino, acaso, rejuvenecido (el de los cetemistas con Nery González, el del cerverismo con Yvonne Ortega). Por si fuera poco, en el tercer estado (Chiapas) sucedió al gobernador de la alianza otro expriísta igual que él (Juan Sabines en 2006), aunque ahora bajo las siglas del PRD.

Este año, de los cinco estados donde se anticipan más probables las alianzas, en cuatro se perfilan candidatos expriístas (José Rosas Aispuro en Durango, Gabino Cué en Oaxaca, Rafael Moreno Valle en Puebla y Mario López Valdez en Sinaloa). Además, hay otro estado (Veracruz) en el que si, bien no parece que vaya a concretarse una alianza, los candidato del PAN y el PRD serán… también expriístas (Miguel Ángel Yunes y Dante Delgado).

Todo lo cual obliga a preguntar: ¿dónde están los cuadros panistas y perredistas formados, durante los últimos veinte años, en los ayuntamientos, las legislaturas locales, en la Cámara de Diputados, en el Senado, en la militancia? ¿No hay entre ellos nadie, ni uno, suficientemente competitivo como para darle batalla al PRI en esos estados? ¿Dónde quedó la labor de organización, de desarrollo político, de hacer partido en esas entidades? ¿A qué se dedican, entonces, las dirigencias locales? ¿De veras no tienen nada mejor que ofrecer a sus electores que reciclados de la cantera y las estructuras priístas?

Sobre las alianzas para las elecciones de julio próximo sólo queda concluir, parafraseando a Luis Cardoza y Aragón, que los tres grandes son dos: el PRI.

-- Carlos Bravo Regidor

(La Razón, lunes 22 de febrero de 2010)

2 comentarios:

  1. Muy atinada tu conclusión. Estoy completamente de acuerdo... el PAN ha perdido su oportunidad para poder mantenerse en el poder 8 y se vé difícil que lo logree n solo dos años)y junto con el PRD ha perdido, también, la congruencia y la cordura.

    Lo que que le deja al PRI el camino libre para el 2012 y van con todo. La unica pregunta es quien será el próximo presidente, Manlio, Enrique o Fidel?

    carlos Portilla

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  2. Todo lo cual demuestra que el priismo es una parte integral de la cultura mexicana y que no podemos vivir sin él. A lo mejor nuestros nietos toman las decisiones adecuadas, pero no creo.

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