Fue hace casi veinticinco años que Gabriel Zaid escribió aquella frase magnífica, simultáneamente serena y perturbadora, de complejísima sencillez, que inauguraba un horizonte hasta entonces inexplorado en nuestra reflexión política: “sería muy extraño que el PRI fuera eterno”.
Así comenzaba “Escenarios sobre el fin del PRI” (Vuelta, no. 103, junio de 1985), un ensayo en el que Zaid supo desafiar los límites de la imaginación histórica y perfilar lo que en ese momento era un futuro inminente pero inconcebible: no el fin del PRI como organización partidista sino el fin de su ciclo hegemónico, de su virtual monopolio del sistema político mexicano.
Y es que durante los años previos, todavía bajo la presión de la crisis de 1982, el PRI había reconocido su derrota en varios comicios municipales pero, al mismo tiempo, había recurrido al fraude para imponerse en otros. El partido-sistema parecía debatirse, titubeante, entre admitir las victorias de la oposición o atrincherarse a como diera lugar. Era en ese contexto, y en la víspera de las elecciones para gobernador en Chihuahua (en las que se anticipaba que el PAN daría una batalla sin precedentes), que Zaid lanzaba su desafío: habrá vida más allá del PRI, es decir, habrá futuro.
Su pregunta no era cuándo, sino cómo. Descartaba, por exaltadas y quiméricas, las soluciones escatológicas: un golpe de Estado, una revolución, el súbito encumbramiento de un “ayatola” que purifique la vida pública, un terremoto que devore a la clase política, una traición o un asesinato que rompan todos los equilibrios. “Hacen falta”, decía, “escenarios de fin por maduración, que también son posibles y quizás más probables, a través de cambios graduales, invisibles, acumulativos, de esos que acaban con un imperio, una tradición o simplemente un negocio”.
La respuesta empezaba, para Zaid, en la política local, en respetar la voluntad de los electores en los estados, en “democratizar la provincia”. Así, concluía que “bastarían unas cuantas gubernaturas reconocidas a la oposición para que la reacción en cadena fuera incontenible, para dar esperanzas y reanimar decisivamente a toda la sociedad, para desencadenar la madurez política del país”.
Entre entonces y ahora, dieciocho estados y el Distrito Federal han experimentado la alternancia. En seis de ellos (Chihuahua, Nuevo León, Nayarit, Yucatán, Querétaro y San Luis Potosí), los electores han decidido devolverle, con sus votos, el poder al PRI. Ya vimos lo que pasó con la negociación del presupuesto este año, ya sabemos quién es el precandidato que encabeza las intenciones de voto para la próxima elección presidencial…
Tenía razón Zaid en aquello de que después del PRI-sistema no vendría la catástrofe. Lo que vino, tras asentarse los polvos de la alternancia, son los gobernadores del PRI.
-- Carlos Bravo Regidor
(La Razón, Lunes 23 de Noviembre de 2009)
lunes, 23 de noviembre de 2009
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¿Pecamos de optimistas?
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