lunes, 8 de noviembre de 2010

Optimismo clasemediero

Mucho ha dado de que hablar el librito de Luis de la Calle y Luis Rubio, Clasemediero. Pobre no más, desarrollado aún no (México, CIDAC, 2010). Su argumento, en una nuez, es que durante los últimos años México experimentó una transformación que no hemos sabido registrar, a saber, que la mayoría de los mexicanos ya es –o está próxima a ser– de “clase media”.

Se trata de un texto apresurado, de conceptos imprecisos, sin mayor rigor analítico, pero repleto de datos y comparaciones, de frases enfáticas y, sobre todo, de mucho optimismo: “la democracia empata, de forma natural, con las características de la clase media”; “las sociedades exitosas dependen de que la creciente clase media opte por la estabilidad como precondición para el cambio”; “aunque exista pobreza extendida, México ya no es un país pobre”; “el anhelo de movilidad social se refleja en los nombres extranjeros para los hijos e instituciones educativas”; “no hay nada más importante para el futuro del país –para su desarrollo y estabilidad—que fortalecer y engrandecer la clase media mexicana”.

No me ocupo de las cifras, que pueden interpretarse de maneras muy distintas, sino del optimismo con que De la Calle y Rubio las reportan: como si la clase media fuera por definición –y siempre hubiera sido– un ejemplo de compromiso democrático, de ímpetu meritocrático, de virtud cívica; como si históricamente la clase media no hubiera tenido nada que ver con el ascenso de los fascismos en Europa, de las dictaduras militares en América del Sur o, más cerca de casa, con la estabilidad del régimen posrevolucionario en México.

Y es que contra las fórmulas de una vieja teoría de la modernización (pienso, sobre todo, en el influyente trabajo de Seymour M. Lipset ), la expansión de las clases medias no necesariamente se traduce endemocracias más sólidas, en valores más liberales, ni en economías más dinámicas. Antes al contrario, en contextos de incertidumbre, de inseguridad, de desigualdad, de amenaza o desorden (real o imaginario), las clases medias suelen mostrar un talante bastante más autoritario, más intolerante y “paternalista”, de lo que parece dispuesto a admitir el indulgente diagnóstico de nuestros autores.

¿O qué la nostalgia por las mayorías absolutas; la creciente hostilidad contra las elecciones, los partidos políticos, el Congreso; las cada vez más frecuentes convocatorias públicas a “aplicar mano dura”, a “limpiar la política”, a “refundar la república”; la relativa confianza que, según las encuestas, todavía le inspiran al ciudadano instituciones tan escasamente democráticas como la Iglesia o el Ejército; en fin, ese malestar en la pluralidad, ese ánimo tan impaciente e histérico que impera en nuestra conversación pública… no son, precisamente, los de nuestra “clase media”?

-- Carlos Bravo Regidor
La Razón, lunes 8 de noviembre de 2010

1 comentario:

  1. Sin ser apático y siendo respetuoso de su opinión, yo no entiendo que pasa con los periodistas. Algo que sucede ahora entre ustedes es el mandar notas muy desangeladas, criticando lo poco bueno que pasa en el país. El libro del Sr. De la Calle, que siendo realistas fue funcionario de gobierno (no estoy seguro de si seguirá), da una visión bastante interesante de las cosas. En algo que le doy la razón al autor es que México NO es un país de pobreza alimentaria, ya no lo es. Tenemos pobreza en el ingreso, y esto se debe por las políticas económicas restrictivas que se han impuesto desde 1994. México no es una economía tan volátil como antes y eso ha ayudado a una creación de una clase media que busca una estabilidad, que ya no quiere más devaluaciones. La clase media, efectivamente, ha crecido, lo que pasa es que el ingreso no. Nada más vea usted la cantidad de televisores, refrigeradores y aparatos básicos vendidos en la última década. Bajo el concepto clásico de clase media de la ONU, efectivamente, somos un país de clase media baja. Hay otros puntos de vista del autor que estoy de acuerdo que son demasiado inflados comparando con la realidad actual, pero créame que un problema que tiene México y que nos tiene detenidos es ese sentido de derrotismo, pasividad y critica hacia todo lo bueno. Usted lo demuestra con su artículo. En vez de atacar, haga una crítica constructiva e intente ser un poco positivo por favor.

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