lunes, 19 de julio de 2010

¿Déjà vu?

Decía la semana pasada que buena parte de la discusión sobre las elecciones de hace quince días se ha concentrado en sus implicaciones a propósito del 2012, es decir, en asumir que las elecciones locales pueden anticipar ciertas tendencias con respecto a la próxima elección presidencial. 

Ocurre, no obstante, que en los corrillos políticos ha circulado otra interpretación; a saber, aquella que reduce el significado de las elecciones en los estados a dos temas: la viabilidad de las “alianzas” (entre el PAN y el PRD, se entiende) y la posibilidad de la “alternancia” (esto es, que pierda el PRI). Es curioso, por decir lo menos, que la cuestión pueda plantearse en esos términos a pesar de que:

1. De las seis ocasiones en que las “alianzas” entre PAN y PRD han conducido a la “alternancia” (Nayarit en 1999; Chiapas en 2000: Yucatán en 2001; Oaxaca, Puebla y Sinaloa en 2010), en cinco lo han hecho con candidatos egresados de la escuela priísta (Antonio Echevarría, Pablo Salazar, Gabino Cué, Rafael Moreno Valle y Mario López Valdés);

2. De los doce estados que renovaron gobierno este año, en once el PRI también compitió como parte de una “alianza” con el PVEM (en todas), con el PANAL (en ocho), con un partido local (en Veracruz) o incluso con el PT (en Chihuahua); y

3. De las veintidós entidades que han conocido la “alternancia”, en ocho la “oposición” ha logrado refrendar su triunfo en subsecuentes elecciones (Baja California, Baja California Sur, Chiapas, Distrito Federal, Guanajuato, Jalisco, Michoacán, Morelos), mientras que en nueve el PRI ya regresó democráticamente al poder (Chihuahua, Nuevo León, Nayarit, Yucatán, Querétaro, San Luis Potosí, Aguascalientes, Tlaxcala y Zacatecas).

Y es que, salvo por aquellos estados en los que nunca ha perdido el PRI (Campeche, Coahuila, Colima, Durango, Estado de México, Hidalgo, Quintana Roo, Tabasco, Tamaulipas y Veracruz), las condiciones políticas que dotaban de credibilidad a las “alianzas” se han agotado. La experiencia acumulada durante los últimos veinte años percudió aquel lustre inmaculado que alguna vez llegó a tener la épica de “echar al PRI del poder”. Así, donde antes había convicción, claridad y entusiasmo hoy hay ambigüedad, confusión y desengaño.

Ante el desdibujamiento del espectro político, de la falta de narrativas que den cuenta de las nuevas condiciones que creó la democracia, asistimos a un doble resurgimiento: por un lado, al de un PRI que se presenta como invencible y se asume como la única alternativa viable de gobierno; por el otro, al de una “oposición” que recurre al discurso pre-democrático para hacerse cargo de una circunstancia mayoritariamente post-transición.

¿Déjà vu?

-- Carlos Bravo Regidor
La Razón, lunes 19 de julio de 2010

1 comentario:

  1. Una prueba más de que el problema de México es generacional y no institucional. A mí siempre me ha parecido increíble que el país siga sumido en la retórica de 1988. Ojalá la generación que venga abajo de los Pejes, Chuchos, Navas, y Calderones tenga más capacidad de aceptar la normalidad (y legitimidad) del PRI. Y ojalá la generación que viene debajo de los Beltrones, Paredes y demás pueda aceptar que México ya cambió. No puedo pensar en otra época de la historia reciente de México en que la clase política haya sido tan vieja en comparación con la población. Ni siquiera en los últimos años de Fidel Velázquez.

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