lunes, 28 de junio de 2010

Estampas de Monsiváis

1. A la edad de 28 años Monsiváis escribe su autobiografía (México, Empresas Editoriales, 1966). Imagina una entrevista en la que se pregunta a sí mismo cómo fue su iniciación en la cultura. Y responde: “Aquel infausto día en que el instructor de la Guay me confesó que yo jamás podría nadar como Alberto Isaac, se decidió mi destino. De allí en adelante sería pedante y libresco. En la primaria, después de Homero y Virgilio y los clásicos protestantes, leí las divulgaciones freudianas de Gómez Nerea y agoté a Jane Austen y vislumbré a través de Mr. Pickwick, Mr. Tupman y Mr. Snodgrass, las posibilidades de la sátira, y me fascinaban las novelas de Martín Luis Guzmán y Rómulo Gallegos, los folletones de Eugenio Sue y Vicente Riva Palacio, las biografías de Ludwig y Zweig y Los Sertoes de Euclides da Cunha”. El entrevistador imaginario, entonces, lo interrumpe: “¿Seguro que no se está usted adornando?”. Monsiváis, chocarrero, revira: “Ya que no tuve niñez, déjeme tener currículum”.

2. Para aprehender el sentido monsivaisiano de la justicia, a un tiempo indulgente y severo, una parábola de su Nuevo catecismo para indios remisos (México, Siglo XXI, 1982): “Una virgen provinciana viajó a la gran ciudad a despedirse de su proveedor anual de obras pías que creía tener una leve enfermedad. Mientras lo buscaba, una virgen cosmopolita se desconcertó ante su aspecto conventual y misericordioso. ‘¿Tú qué sabes hacer?’, le preguntó con arrogancia. Tímida, la provinciana contestó: ‘Nunca tengo malos pensamientos, y sé hacer el bien, y me gusta consolar enfermos y…’ La cosmopolita la miró de arriba abajo: ‘¿Y en cuántos idiomas te comunicas con los ángeles?’ Reinó un silencio consternado. Animada por el éxito, prosiguió la feroz inquisidora: ‘¿Puedes resumirme tu idea del pecado en un aforismo brillante?’ Tampoco hubo respuesta. Exaltada, segura de su mundano conocimiento de lo divino, gritó la virgen cosmopolita: ‘¡Que me parta un rayo si ésta no es la criatura más dejada de la mano de Dios que he conocido!’ Se oyó un estruendo demoledor y a su término la virgen cosmopolita yacía en el suelo, partida literal y exactamente en seis porciones. Con un rezo entre dientes, la virgen provinciana se despidió con amabilidad de los restos simétricos prometiéndose nunca desafiar, ni por broma, a cielo alguno”.

3. A fines del 2006, durante la entrega del Premio FIL de Literatura, Monsiváis comenta a propósito del busto que la Universidad de Guadalajara devela en su honor: “Estoy convencido que mientras no haya bustos ecuestres, esta ciudad y el país entero no tienen derecho a decir que están homenajeando a nadie. Por ahora este busto será mi última tabla de salvación […] el espejo, el retrato, la esencia de lo que me hubiera gustado ser”. Y remata, muy a su manera, con su típica broma en serio: “Pero cuando me toque el momento y mis aspiraciones dejen de latir, que entierren primero al busto”.

-- Carlos Bravo Regidor
La Razón, lunes 28 de junio de 2010

1 comentario:

  1. La mejor reseña póstuma sobre Monsiváis que he leído es la que publicó Luis González de Alba en Milenio este lunes. Todos los demás periodistas/intelectuales/comentócratas que he leído escriben como si tuvieran miedo de que Monsi regresara de la tumba a jalarles las patas.

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