2. Para aprehender el sentido monsivaisiano de la justicia, a un tiempo indulgente y severo, una parábola de su Nuevo catecismo para indios remisos (México, Siglo XXI, 1982): “Una virgen provinciana viajó a la gran ciudad a despedirse de su proveedor anual de obras pías que creía tener una leve enfermedad. Mientras lo buscaba, una virgen cosmopolita se desconcertó ante su aspecto conventual y misericordioso. ‘¿Tú qué sabes hacer?’, le preguntó con arrogancia. Tímida, la provinciana contestó: ‘Nunca tengo malos pensamientos, y sé hacer el bien, y me gusta consolar enfermos y…’ La cosmopolita la miró de arriba abajo: ‘¿Y en cuántos idiomas te comunicas con los ángeles?’ Reinó un silencio consternado. Animada por el éxito, prosiguió la feroz inquisidora: ‘¿Puedes resumirme tu idea del pecado en un aforismo brillante?’ Tampoco hubo respuesta. Exaltada, segura de su mundano conocimiento de lo divino, gritó la virgen cosmopolita: ‘¡Que me parta un rayo si ésta no es la criatura más dejada de la mano de Dios que he conocido!’ Se oyó un estruendo demoledor y a su término la virgen cosmopolita yacía en el suelo, partida literal y exactamente en seis porciones. Con un rezo entre dientes, la virgen provinciana se despidió con amabilidad de los restos simétricos prometiéndose nunca desafiar, ni por broma, a cielo alguno”.
3. A fines del 2006, durante la entrega del Premio FIL de Literatura, Monsiváis comenta a propósito del busto que la Universidad de Guadalajara devela en su honor: “Estoy convencido que mientras no haya bustos ecuestres, esta ciudad y el país entero no tienen derecho a decir que están homenajeando a nadie. Por ahora este busto será mi última tabla de salvación […] el espejo, el retrato, la esencia de lo que me hubiera gustado ser”. Y remata, muy a su manera, con su típica broma en serio: “Pero cuando me toque el momento y mis aspiraciones dejen de latir, que entierren primero al busto”.
-- Carlos Bravo Regidor
La Razón, lunes 28 de junio de 2010
La mejor reseña póstuma sobre Monsiváis que he leído es la que publicó Luis González de Alba en Milenio este lunes. Todos los demás periodistas/intelectuales/comentócratas que he leído escriben como si tuvieran miedo de que Monsi regresara de la tumba a jalarles las patas.
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