lunes, 5 de abril de 2010

Parálisis, mayoría e imaginario democrático

Durante los últimos meses, buena parte de la discusión sobre la reforma política se ha concentrado en un problema falso y una solución ficticia. El problema falso es que la democracia mexicana padece una parálisis legislativa; la solución ficticia, que hay que fabricar mayorías absolutas favorables al Presidente.

El problema es falso porque no hay tal parálisis. Lo que hay son cuatro o cinco temas (energía, impuestos, telecomunicaciones, trabajo, educación) con respecto a los cuales impera una cierta urgencia por tomar decisiones pero sin que existan consensos entre los partidos políticos. ¿Y por qué no existen esos consensos? Por poderosos intereses que se oponen a cualquier cambio, por discrepancias al interior de los propios partidos, por temor a tener que asumir los “costos”, por la multiplicidad de diferencias que segmentan al electorado. En pocas palabras, porque a veces así es la democracia realmente existente: intrincada, reacia, frustrante.

La solución es ficticia porque quiere resolver ese falso problema fabricando mayorías absolutas adeptas al Presidente donde, simple y llanamente, no tiene por qué haberlas. No sólo porque desde 1997 (es decir, desde que México es una democracia) ninguna fuerza política ha logrado reunir más de la mitad de los votos en ninguna elección federal sino, además, porque los mexicanos han optado por votar dividido (por un partido para el Congreso, por otro para la Presidencia) una y otra vez. De modo que adoptar fórmulas que trastoquen deliberadamente la relación entre sufragios y escaños (como la cláusula de gobernabilidad o la eliminación del tope a la sobrerrepresentación) es tanto como enmendarle la plana a los electores.

Con todo, la discusión ha servido para exhibir los límites del imaginario democrático de una parte nada desdeñable de nuestra comentocracia. Por un lado, la predecible dificultad para tomar decisiones con respecto a algunos temas muy complicados y polémicos se la representan, sin mayores matices, como una “parálisis” generalizada. Por el otro, asumen que la mejor respuesta ante semejante dificultad consiste en soslayar la dispersión del poder que impone la voluntad soberana de los ciudadanos, es decir, en forzar la integración de mayorías absolutas donde no las hay. Y, para terminar, suponen que lo ideal sería que esas mayorías absolutas fueran las del partido del Presidente.

En suma, imaginan una democracia de decisiones fáciles, en la que el Congreso no refleje la diversidad que hay en el país y en la que el Presidente mande sin que haya demasiada oposición. Seamos francos: esa “democracia” que imaginan se parece mucho a la que tuvimos con el PRI.

-- Carlos Bravo Regidor
(La Razón, lunes 5 de abril de 2010)

7 comentarios:

  1. Saludos desde Vancouver, Canada

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  2. Hola Carlos,
    Ya me estoy volviendo comentarista profesional de la columna, pero bueno. Ahora si, no estoy de acuerdo contigo. La diferencia clave entre una democracia que "force" mayorias y lo que tuvimos con el PRI es la alternancia. De tener un gobierno con mayorias en el que las cosas pasan, en una democracia, si no estamos contentos los botamos al final de su mandato.
    Creo que a lo que le tiran las reformas es a parecernos mas a un sistema parlamentarista (sin serlo) en el que el ejecutivo y el legislativo trabajen mas facilmente juntos.
    Esto, claro trae otra serie de problemas, pero creo que resuelve mas de los que crea.
    Saludos.

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  3. Excelente artículo, carlos. Felicidades.

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  4. Carlos: ahora sí estoy totalmente de acuerdo contigo. Es lamentable que la "comentocracia", como tú le dices se enfrasque en este tipo de discusiones. Efectivamente, creo que democracia que tenemos es mejor que lo que teníamos. Abrazo

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  5. Excelente post. Sobre el comentario de Julene, solamente me gustaría comentar que no deja de ser paradójico que México busque acercarse al parlamentarismo cuando la misma cuna de ese sistema (Gran Bretaña) se aleja de él.

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  6. A mi me parece que el problema no es falso, es real. es indiscutible que las fuerzas políticas, por la razón que sea, no han logrado negociar esa reformas tan urgentes y necesarias.

    En cuanto a la solución ficticia, estoy de acuerdo y la comparto, la solución no debe ser crear un sistema de mayorías para "facilitar" las reformas.

    La solución es simple, pero se siente imposible, se necesita que los partidos negocien las reformas y las saquen adelante, con las cosas como están. Es increible que PAN y PRD se puedan poner de acuerdo en segundos para una alianza contra el PRI y sean incapaces de negociar los temas de urgencia para el país.

    La razón es sencilla, las alianzas que fomenten mayor ingreso y poder para el partido se negocian fácil, pero cuando ese beneficio es para todo México y no les reporta un beneificio directo, o puede haber un beneificio político para otro partido... es cuando las cosas se atoran.

    Por ello lo que más urge es una reforma política, de manera tal que los legisladores puedan ser un poco más independientes de sus partidos y más dependientes de su electorado, de manera tal que el ejecutivo pueda negociar fácilmente sus reformas independientemente del partido al que pertenezcan los legisladores.

    Carlos portilla

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