domingo, 21 de marzo de 2010

La otra informalidad

Decía la semana pasada que en México tenemos una relación francamente esquizofrénica con la economía informal: en las solemnes alturas de la conversación pública nos la representamos como un problema; pero en el ajetreo cotidiano de nuestras calles se trata, para cada vez más personas, de una solución.

Con todo, hay algo muy discutible en esa manera de plantear el tema. No me refiero al término “solución”, que evidentemente tiene un sentido más descriptivo que prescriptivo, sino a aquello de que la informalidad es un fenómeno que ocurre en “nuestras calles”. La expresión quizás sea válida como metáfora --decir que algo pasa “en las calles” para dar a entender que pasa en la vida real, a ras de suelo, en la trama menuda de todos los días-- mas resulta equívoca por lo susceptible que es de ser interpretada literalmente, como si la economía informal fuera sinónimo del comercio ambulante. Porque no, no lo es.

De hecho, según los datos más recientes (2003) del INEGI, la composición de la economía informal es la siguiente: servicios comunales, sociales y personales, 33.6%; comercio, restaurantes y hoteles, 32.7%; industrias manufactureras, 17.9%; transporte, almacenaje y comunicaciones, 8.7%; y construcción, 7.1%.

Así, a pesar de constituir menos de la tercera parte de la economía informal, el comercio ambulante se ha convertido en el ejemplo paradigmático de la misma y en el villano favorito de sus detractores, es decir, de quienes insisten en ver la informalidad como el mal en sí y no como un síntoma.

Los habrá que quieran explicar ese estigma como consecuencia de que los vendedores ambulantes son el rostro más visible de la economía informal, precisamente porque se instalan en plena calle y a la luz del día. Y sí, tal vez haya algo de eso. Pero también es posible que el estigma sea producto no tanto de que los ambulantes son su rostro más visible sino, más bien, de que hay un sesgo de clase en nuestra manera de ver la informalidad.

Porque si admitimos una definición mínima de la economía informal como el intercambio de bienes y servicios por el que no se pagan impuestos, que escapa a la regulación por parte del Estado y en el que no se respetan los derechos y obligaciones establecidos en la ley, ¿dónde está nuestra indignación contra la informalidad laboral que padecen, por ejemplo, sirvientas, choferes, nanas, cocineras, jardineros y demás trabajadores que se desempeñan en el servicio doméstico? ¿Por qué nos molesta tanto la economía informal que hay en las calles pero tan poco la que hay en casa?

No es que esta otra informalidad sea invisible. Es que escogemos no verla.

-- Carlos Bravo Regidor
(La Razón, lunes 22 de marzo de 2010)

5 comentarios:

  1. Carlos, por mi parte no suelo hacer la distincion que mencionas, pero entiendo tu vision. Quizas se lo vea distinto por el hecho de que en el caso del comercio ambulante la responsabilidad pasa principalmente por el que ofrece el producto, mientras el rol del comprador esta atomizado (es uno entre muchos). En el caso del trabajo informal bajo relacion de dependencia, las partes responsables son dos (como bien dices, el empleador y el empleado). Y el problema al asignar cuotas de responsabilidad se vuelve mas complejo.

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  2. Es cierto que existe informalidad en múltiples actividades de la sociedad, no apuntas una que es tradicional, la venta de periódicos y revistas, que es en la vía pública y nunca nos hemos quejado de ella, porque acerca bienes que de alguna suerte estimamos necesarios, en tanto otros que apuntas y en especial el comercio informal en vía pública acerca muchas cosas, pero pocas las podremos clasificar como de interés, a que me refiero, son productos de cuestionable calidad, de salida solo en sitios donde no se pregunta de donde proviene ni si es conforme a las normas oficiales mexicanas, no importa, es un punto de fuga de realidad y productos, una realidad que fastidia porque genera inseguridad, basura, un empoderamiento de los "dueños" de la informalidad, que no son los únicos, pero son la muestra mas explícita del desorden social y de la falta de oportunidad en la economía formal, aquella que paga impuestos o por lo menos trata, que busca sobrevivir o no sucumbir a la fuerza del tumulto de los desposeídos que ahora poseen las calles, las voluntades de autoridades, son codiciados políticamente, pero ante todo que son los que sin propósito de hacerlo degradan la vida en sociedad, no conrtibuyen al tejido social, se aprovechan de él, lo desgarran y después nos quejamos de tanta desintegración, descomposición, si no existe estado de derecho, no existe sociedad y si persiste el ambulantaje, como sinónimo de informalidad, aún y como consecuencia de la falta de oportunidades, solo generará mas falta de oportunidades en la formalidad.
    Debemos crecer no solo de zapatos, tenemos que crecer en mente y cuerpo y no solo de el tamaño que queramos de zapatos. Seamos lógicos en la que queremos, somos o queremos ser de un mejor mundo o en que todos puedan hacer lo que quieran donde quieran y como se les ocurra, la libertad tiene límites, haber escogido o vivir aquí, los tiene, querer tentar los extremos es provocador, pero no constructivo sino solo para posibles nuevos límites que no se cuales sean pero estimo mas provocadores, de donde puede surgir inovación, pero no tengo certeza del destino de la inovación, pero no la construcción de una fuerza de desarrollo social.
    MAR

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  3. Muchos no hacemos esa distinción como lo han mencionado anteriormente y quiero contribuir con un ejemplo: Mi hija estudia fuera de la ciudad, es necesario pagarle una pensión, la casa en donde vive, hay 6 pupilas que pagan a la dueña de la casa 1500 pesos mensuales, de los cuales no da recibo (nadie lo exige) por tanto, son 9000 pesos mensuales que no aportan un solo centavo de impuestos ( Yo por cualquier cantidad debo pagar, IVA, IETU, ISR y un contador) Y asi hay muchos, gente que desde su casa venden: ropa, perfumes, joyas, zapatos, pasteles, piñatas... y un larguisimo etcétera, todos sin pagar impuestos y además bien vistos por los demás.

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  4. Touché! Felicidades, nailed it!

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  5. Carlos,

    es difícil tratar de hacer una segmentación y ver como sociedad cual informalidad nos molesta más. Creo que en principio el ambulantaje molesta por que además de estar fuera de la ley y derecho causa externalidades negativas muy notorias sobre todos los ciudadanos. La informalidad es un problema que abarca derechos y obligaciones, los informales pierden sus derechos laborales, por ejm, y fallan en sus obligaciones, por ejemplo pagar impuestos. Para el caso de los servicios creo que la existencia de los informales no causa mayor incomodidad a los demás ciudadanos. En este sector al final de cuentas hay un mercado. Si se le tuvieran que reconocer sus derechos y obligaciones al final de cuentas su salario se establecería en base a esos incentivos. Es decir su salario bruto se quedaría igual o aumentaría un poco, pero muy probablemente su salario neto disminuiría, sus derechos serían cubiertos tanto como sus obligaciones. El resultado neto, dado el status de nuestras instituciones sociales, creo que sería incierto.
    Como tú dices, no todo es fiscalizar, es una cuestión de más profundidad; y parece ser un problema muy complejo, como lo menciono, por el estado de nuestras instituciones que brindan los servicios de salud y otros. El problema para la gente de servicios de bajos ingresos es que su poco nivel de ingreso no le permite tener un nivel de adecuado. LLama la atención que dentro de este grupo también estan profesionistas que cobran por honorarios y que su situación dista mucho de ser de las sirvientas, como son los médicos y los abogados, que no cumplen con sus obligaciones fiscales pero por su nivel de ingreso si pueden tener un nivel adecuado de vida.

    Este es un tema que nunca se ha puesto en la agenda, se trata uni-dimensionalmente a través de la situación fiscal. Hay que meterlo a la agenda nacional!

    Saludos!

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