lunes, 1 de abril de 2013

Espejitos


Fue a principios del 2009, luego de que la revista Forbes le dedicara a México un artículo de portada muy adverso, que a Felipe Calderón se le ocurrió decir que nuestro principal problema no era la recesión económica ni la “guerra” contra el crimen organizado, sino la falta de una buena estrategia de relaciones públicas que cambiara la percepción internacional sobre México.


¿Cómo fue que la percepción internacional sobre México dio semejante bandazo? ¿Qué cambió? ¿Cómo?

Reviso lo que se ha publicado en la prensa “internacional” –que en México, ya sabemos, se refiere a lo que se publica en inglés más un periódico español: Forbes, The Economist, The New York Times, Financial Times, Foreign Affairs, The Miami Herald, Time, The Washington Post, The Wall Street Journal y El País. Y lo que encuentro es que, salvo en un par de notas (Tim Padgett en Time y Ron Buchanan en FT), esa nueva percepción se basa, fundamentalmente, en impresiones demasiado entusiastas, en tendencias que no son nuevas y en una coyuntura todavía muy verde como para inspirar semejante revuelo.


Repasemos, en todo caso, las tendencias –bien conocidas, insisto, desde hace tiempo: estructura demográfica favorable, estabilidad macroeconómica, sostenido aumento de los costos de producción en China, previsible crecimiento de las importaciones mexicanas en Estados Unidos, mayor cobertura de los servicios de salud pública, nuevos patrones de consumo, declive de la ola migratoria

Y reparemos, finalmente, en la coyuntura: en el regreso del PRI a la Presidencia; en las reformas educativa y en telecomunicaciones que todavía falta reglamentar e implementar; en el tan celebrado Pacto por México; en el encarcelamiento de Elba Esther Gordillo; en que el nuevo gobierno ha decidido hacer como si la violencia se acabara dejando de hablar de ella…

En fin, entiendo la sensación de contraste entre la desesperanza que contagiaba el gobierno de Felipe Calderón y la disciplina que proyecta el de Enrique Peña Nieto. Y reconozco también que este gobierno ha sabido darle su importancia a las primeras impresiones, a cuidar las apariencias, a administrar las percepciones. Pero, aún así, ¿no es muy prematura tanta euforia? ¿No está el presidente Peña Nieto, todavía, apenas empezando? ¿No convendría distinguir entre el tiempo largo de las transformaciones y el tiempo corto de las apariencias?

¿O acaso nos vamos a creer eso de que México pasó de ser “el próximo Irak o Afganistán” a “la nueva China” en un abrir y cerrar de ojos? ¿De veras?

-- Carlos Bravo Regidor
La Razón, lunes 1 de abril de 2013 

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