“O ya no entiendo lo que está pasando o ya pasó lo que estaba entendiendo”
Carlos Monsiváis
Qué raros estos últimos días. Se suponía que luego de su desencuentro
por la reforma fiscal, el PRI y el PAN habían negociado un trueque legislativo.
Los panistas apoyarían la reforma energética que quería el PRI y, a cambio, los
priístas apoyarían la reforma política que quería el PAN. El resultado, sin
embargo, terminó siendo otro. Una reforma energética que parece más panista que
priísta y una reforma política que parece más priísta que panista.
Qué raros estos últimos
días. Durante su XIV Congreso Nacional, buena parte de los delegados del PRD manifestaron
abiertamente su oposición al Pacto por México. No obstante, cuando se sometió a
votación si el partido debía permanecer dentro de dicha instancia, la gran
mayoría estuvo de acuerdo. Poco después su presidente nacional, Jesús Zambrano,
anunció que de todos modos el partido se retiraba del Pacto porque el PRI y el PAN
estaban negociando la reforma energética al margen de éste. Pero aún así, al
final, la mayor parte del PRD votó a favor de la reforma política.
Qué raros estos últimos
días. Desde fines de los años noventa hemos escuchado una y otra vez el
diagnóstico de que el gobierno dividido (i.e.,
que el partido del Presidente no tenga mayoría en el Congreso) constituye un
obstáculo para “las reformas que el país necesita”. En 2010, el gobernador Enrique
Peña Nieto hizo suyo dicho diagnóstico y propuso explorar
modificaciones en las fórmulas de integración del Poder Legislativo con el fin de
garantizar la formación de “mayorías para gobernar” --ya fuera eliminando el
tope a la sobrerepresentación, retomando la cláusula de gobernabilidad o reduciendo
el número de legisladores plurinominales. Con todo, ahora que terminó su primer
año de gobierno, sin ninguno de esos cambios y sin que su partido tuviera
mayoría en las Cámaras, el presidente Peña Nieto logró sacar adelante su agenda
de reformas en el Congreso.
Qué raros estos últimos
días. Por un lado, hay izquierdas que lamentan como una gran derrota reformas
cuya condición de posibilidad ha sido un creciente descrédito institucional del
que ellas mismas han sido cómplices o incluso partícipes. Por el otro lado, hay
derechas que celebran como un gran triunfo reformas hechas sobre las rodillas,
con premura y desaseo, como si en la “modernidad” que largamente han anhelado
fueran del todo irrelevantes la deliberación pública (que no hubo), los trámites legislativos (que se dispensaron),
los detalles reglamentarios (que no conocemos), la eficacia regulatoria (que no
tenemos) y los problemas de implementación (que serán muchos).
Qué raros estos últimos días. Dejemos dicho, así sea para
sólo para futura memoria, que no augura nada positivo el hecho de que las
prisas por reformar se hayan impuesto sobre la forma y el contenido de las
reformas.
-- Carlos Bravo Regidor
La Razón, lunes 16 de diciembre de 2013
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