lunes, 25 de noviembre de 2013

20 de noviembre: ironías de una conmemoración

¿Cuál era originalmente el sentido de la celebración del 20 de noviembre? ¿Qué significado le dio el gobierno de Enrique Peña Nieto al aniversario del miércoles pasado? ¿Dónde habita la evocación de la Revolución Mexicana, cuál es su lugar en el espectro político-ideológico de la actualidad? ¿Son compatibles el nacionalismo revolucionario y la oposición democrática?

La primera ironía está en lo que explicaba el decreto que en 1936 estableció el 20 de noviembre como fecha oficial para recordar la Revolución Mexicana: “al conmemorarse este acontecimiento histórico con un desfile deportivo se refleja la voluntad pacifista y conciliadora de nuestro pueblo”. Se trataba, pues, de un aniversario deliberadamente civil --incluso civilizador-- a través del cual el régimen posrevolucionario marcaba su distancia del carácter armado y rebelde de la propia efeméride que celebraba.

La segunda ironía está en el sentido que Enrique Peña Nieto le dio a su primer 20 de noviembre como Presidente, improvisando una ceremonia no ya cívica como las de antaño sino abiertamente militarizada --como el comandante supremo Felipe Calderón lo hubiera querido. En palabras de Peña, “una de las instituciones creadas por el movimiento revolucionario es el Ejército Mexicano. Desde entonces, ha escrito páginas de gloria en defensa de nuestras instituciones. Ha sido factor de cohesión, estabilidad y desarrollo para el país. Ha sido una fuerza a favor de la paz y la tranquilidad de la población”. Para el primer gobierno priísta de la era democrática conmemorar los ideales de la Revolución mexicana significa conmemorar… a las fuerzas armadas.

La tercera ironía está en que el partido emanado de la Revolución hoy gobierna con la promesa de “modernizar” muchas prácticas y estructuras que constituyen su propio legado histórico, mientras que la oposición de izquierda --fundamentalmente el lopezobradorismo-- recupera buena parte de la ideología de la Revolución Mexicana como si ésta nada hubiera tenido que ver con el régimen autoritario que imperó en México durante casi todo el siglo pasado. Así, en tanto que el PRI ha vuelto al poder dejando de reconocerse en el país posrevolucionario que contribuyó a crear, la izquierda ha hecho suyo el viejo nacionalismo revolucionario que se negaba a reconocer como legítima a la oposición democrática.

Cuando teníamos un régimen predemocrático conmemorábamos la Revolución con un desfile cívico-deportivo. Ahora que tenemos un régimen postautoritario la conmemoramos con una ceremonia militar. El programa del PRI que gobierna en el siglo XXI consiste en no asumir responsabilidad de lo que dejó el PRI que gobernó en el siglo XX. Y la oposición de izquierda de hoy insiste en reivindicar una ideología que era anatema para la oposición de izquierda de antes.

A veces ocurre que las conmemoraciones históricas son como aquel perro del que hablaba Karl Kraus: le aúllan a la luna mientras orinan sobre las tumbas.

--  Carlos Bravo Regidor
La Razón, lunes 25 de noviembre de 2013

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