lunes, 17 de junio de 2013

Datos sin relatos

El miércoles pasado el INEGI difundió algunos datos (http://j.mp/11HEKxr) sobre la estratificación social en México. Rescato tres. Uno, que 59.13% de la población es de clase baja, 39.16% de clase media y 1.71%, de clase alta. Dos, que en el ámbito urbano la clase media corresponde al 47% de la población, mientras que en el ámbito rural ese porcentaje es apenas de 26%. Y tres, que entre 2000 y 2010 el porcentaje de personas de clase media aumentó en 4%.

Busco en la prensa reacciones a dicha información. Encuentro muchas notas que reproducen el boletín del INEGI casi textual, sin añadirle mayor contexto. Una principal en La Jornada, “Por cada persona de ‘clase alta’ hay 49 de ‘baja’: INEGI” (http://j.mp/11QvMRz), que hace mal la cuenta: 59.13 entre 1.71 son 34.57, no 49. Una columna de Luis de la Calle (http://j.mp/167J2Bw), coautor de un libro que asegura que México se ha convertido ya en una sociedad de clase media, argumentando que las conclusiones del INEGI “no son muy diferentes” de las de su libro. Pero nada que aspire a darle rostro a esos números, a ilustrarlos con retratos de personas concretas, ningún relato que los ejemplifique o los interpele.

Es como si en nuestro diarismo las desigualdades no fueran reporteables; como si el único lenguaje posible para decir las diferencias de clase fuera, si acaso, el de los economistas o los administradores públicos. Es como si el país de los periódicos se agotara en el discurso de los funcionarios, en los acuerdos legislativos, en los ajustes a las perspectivas de crecimiento; como si no hubiera vidas que narrar, testimonios que registrar, experiencias de las que dar cuenta.

Pienso, por ejemplo, en el reportaje de Al Jazeera (http://j.mp/ZUYH6v) sobre las raíces históricas de la privatización educativa, la concentración de la riqueza y las protestas estudiantiles en Chile. O en la crónica de Jeff Tietz en Rolling Stone (http://j.mp/17d32ax) que comunica la precariedad de la clase media estadounidense post-2008 a partir de un programa de estacionamientos seguros en Santa Barbara, California, para familias que viven literalmente en sus coches. O pienso también en el trabajo de Leslie T. Chang en National Geographic (http://j.mp/16tzfXc) que muestra las ansiedades que padece la pujante nueva clase media china a través de la rutina de una niña de quinto de primaria.

¿Hay algún medio preparando semblanzas, con nombres y apellidos, para documentar lo que significan las cifras del INEGI? ¿Cómo es que no hemos sabido o no nos ha interesado contarnos historias sobre la actualidad de nuestra estructura social, sobre cómo vivimos nuestras relaciones de clase, sobre las ambigüedades que padecen muestras “nuevas clases medias”?

¿Por qué tenemos un periodismo, digamos, con tan escasa imaginación sociológica?

-- Carlos Bravo Regidor
La Razón, lunes 17 de junio de 2013

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