lunes, 18 de marzo de 2013

La ideología del consenso


Escribe Juan E. Pardinas, ayer en Reforma (http://j.mp/XPworv), que “las figuras de lenguaje que describen nuestra vida pública están desgastadas por exceso de uso. México quiere moverse hacia el siglo XXI, pero las palabras y los adjetivos que buscan describir este cambio se quedaron atoradas en el siglo pasado”. Comparto su diagnóstico, creo que en efecto carecemos de un vocabulario post-transición (http://bit.ly/J8DT4i), pero me parece que su manera de argumentarlo incurre en el propio problema que señala.

De entrada, conviene reparar en la frase “México quiere moverse hacia el siglo XXI”. Primero, porque representa a “México” como un actor unitario con una sola voluntad y no como un espacio plural en el que coexisten múltiples voluntades. Segundo, porque al constituir una mínima variación del eslogan gubernamental (“mover a México”) parece inscrita más en una lógica publicitaria que en un registro propiamente analítico. Y tercero, porque al referirse al tópico “siglo XXI” evoca una vaga noción de futuro pero no distingue ninguna dirección específica. La frase nos devuelve, pues, directo al “siglo pasado”: a un país que no sabe reconocer su diversidad interna, descrito conforme a los parámetros del discurso presidencial y en el que no hace falta definir un proyecto concreto susceptible de ser contrastado con otros.
   
Más aún, dice Pardinas, “durante 12 años los mexicanos nos quejamos de una institución presidencial que no podía tomar decisiones” y hoy, en cambio, “algunos se lamentan de exactamente lo contrario […] nostálgicos de aquel pantano”. Obviemos la embustera unanimidad del “los mexicanos nos quejamos” (¿todos?, ¿por igual?, ¿sobre lo mismo?) y el ninguneo implícito en el “algunos se lamentan” (¿por qué no llamarlos por su nombre?, ¿por qué no remitir a las voces que se trata de replicar?). La idea de que la institución presidencial “no podía tomar decisiones” es francamente absurda (véase “Calderón, la guerra de”). Y la imagen de que los últimos dos sexenios fueron un “pantano” no tiene ningún fundamento empírico: es un derivado del mito de la parálisis que María Amparo Casar se ha encargado ya de refutar rotundamente (http://j.mp/WQjbhn).

Como era de esperarse, Pardinas concluye elogiando el Pacto por México: “un triunfo del oficio que da buen nombre a la política” (¡ay, los ecos del siglo pasado!). Es decir que, queriendo criticar la falta de imaginación de quienes ven en el peñanietismo un resurgimiento de la vieja “Presidencia imperial”, Pardinas termina haciendo suyas las viejas premisas de la ideología del consenso: el desacuerdo es un obstáculo, la protesta no construye, el mejor adversario es el que colabora…

Hay algo muy torcido en celebrar, como si fuera un éxito democrático, un mecanismo diseñado no para negociar con la oposición sino para neutralizarla.

-- Carlos Bravo Regidor
La Razón, lunes 18 de marzo de 2013

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