lunes, 2 de agosto de 2010

Marx, el PRI y la narrativa de la transición

Decía Marx que cuando a los hombres se les presenta una situación de “crisis revolucionaria”, cuando se disponen a encarar una circunstancia sin precedentes, “es precisamente entonces que conjuran con ansiedad a los espíritus del pasado y toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para con ese disfraz de vejez venerable y ese lenguaje prestado representar la nueva escena de la historia”. 

La cita viene a cuento porque, dada la probabilidad de que el PRI recupere la Presidencia de la República en el 2012, comienzan a menudear en nuestra conversación pública voces que insinúan una rehabilitación de la narrativa de la transición democrática; que recurren, pues, a una fórmula vieja para tratar de prevenir un fenómeno nuevo.

Denise Dresser, por ejemplo, en su columna del lunes pasado en Reforma: “Sorprendente que haya tan pocos preocupados ante el posible retorno del PRI a Los Pinos. […] Más bien predominan los argumentos justificando un desenlace así como producto de la normalidad democrática […] Pero hay algo en estas posturas que se parece al acomodamiento, a la resignación, a la claudicación. A la política del ‘appeasement’, instrumentada por el primer ministro inglés Neville Chamberlain cuando firmó el Pacto de Munich con Adolf Hitler […] Para México habría pocas cosas peores que allanar —de manera conciliadora— el retorno de la fuerza política responsable de los usos y costumbres que la democracia necesita erradicar. Sería equiparable a dormir con el enemigo y hacerlo voluntariamente”. 

Obviemos lo disparatado de la comparación (véase Godwin, Ley de) y concentrémonos en la idea del PRI como aquello con lo que no cabe procurar ninguna “manera conciliadora”, como sinónimo de lo que hace falta “erradicar”, como “el enemigo”. Se trata de una idea fundamental en la narrativa de la transición: de un recurso intransigentemente democratizador en un contexto autoritario como el de antes, pero de una caracterización profundamente autoritaria en un contexto de competencia democrática como el de hoy.

Durante aquella edad de la inocencia que fueron los años previos a la alternancia, el carácter no democrático del régimen permitía pensar la política en blanco y negro, como una lucha entre el bien (la “oposición”) y el mal (el “partido oficial”). Pero la experiencia posterior a la alternancia impide seguir pensando la política de ese modo: ahora sabemos que los vicios que antes suponíamos patrimonio exclusivo del PRI son prácticas en las que también incurren, cuando tienen acceso al poder, los demás partidos. 

Resucitar la narrativa de la transición, la idea del PRI como encarnación última de todo mal, implica renunciar a hacerse cargo de lo que ha pasado durante los últimos diez o quince años. Es, paradójicamente, una forma de desconocer las condiciones que ubican al PRI en una posición tan propicia para volver a Los Pinos. 

A contrapelo del afán que inspiraba a Marx, en este caso vestirse con los ropajes del ayer no sirve como estrategia para exaltar la imaginación sino, más bien, como coartada para huir de la realidad. 

-- Carlos Bravo Regidor
La Razón, lunes 2 de agosto de 2010 

2 comentarios:

  1. Tocas un punto extremadamente importante: ver la política en términos maniqueos impide la acción colectiva. Y lo peor, con una ciudadanía santurrona que cree que el PRD está compuesto por mesiánicos, el PAN por incompetentes, y el PRI por corruptos, el vacío entre partidos y el resto de la sociedad se acrecienta.
    La pregunta es si se puede ver la política de una forma no-maniquea. Ahora no me viene a la mente ningún caso de un país que haya hecho a un lado sus diferencias políticas en aras del bien común. A lo mejor sí los hay, pero yo nomás no me acuerdo...

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  2. Pero, Francisco, una cosa es no ver la política en términos maniqueos y otra, muy distinta, esperar que los partidos dejen a un lado sus diferencias en aras del "bien común" (whatever that means). Lo primero sería una señal de madurez democrática. Lo segundo, en cambio, mero "wishful thinking".

    Saludos.

    cbr

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