domingo, 16 de agosto de 2009

Metamorfosis

La metamorfosis de los medios de comunicación ha sido uno de los espectáculos más agridulces de los últimos años en México.

Hoy hay más apertura, más competencia, más denuncia. La censura ya no es, ya no puede ser, lo que era; la batalla por ganar la nota, por atraer auditorio y anunciantes, no tiene tregua; y la libertad de expresión se ejerce como nunca antes. 

Pero hay, también, poca ecuanimidad, más sensacionalismo y mucha impunidad. Los comunicadores editorializan constantemente; el morbo y la estridencia, típicos de la peor prensa amarilla, son cada vez menos la excepción y más la regla; y en el ámbito de la opinión todo vale.          

Varios vicios del viejo periodismo mexicano (los trascendidos, la “declaracionitis”, las gacetillas) encontraron acomodo junto con los nuevos (la imposición de vetos, el desacato de normas, la fabricación de figuras a modo), mientras ciertas virtudes de una prensa democrática (el manejo escrupuloso de las fuentes, el rigor investigativo, el compromiso con el público) no acaban de desarrollarse en nuestros medios. 

Ciertamente, no todos son iguales. Hay líneas editoriales, hay estilos, hay diversidad. El menú es más o menos amplio, pero esa variedad no oculta el hecho de que el grueso de la participación del mercado se concentra en muy pocas manos ni de que no haya un solo medio de alcance nacional que ofrezca una perspectiva del país que no sea, en el fondo, la de la Ciudad de México.      

Nos hemos acostumbrado a tener medios muy alertas, muy exigentes, muy críticos de lo que hacen o dejan de hacer las autoridades. No nos hemos hecho a la costumbre, sin embargo, de estar tan alertas, de ser tan exigentes ni tan críticos con lo que hacen o dejan de hacer los medios.          

Aunque hay expertos, organizaciones civiles, observatorios y revistas especializadas que llevan ya tiempo haciendo esa labor, digamos, de vigilar a los vigilantes, los medios en general no se han mostrado particularmente dispuestos a admitir que su trabajo también es susceptible de ser fiscalizado bajo la lupa de sus propios métodos.         

Así, es el caso que todavía se apela a consideraciones mercantiles para relativizar la discusión sobre la responsabilidad de los medios, que se desdeñan los imperativos éticos como rollo moralista, que se rechaza cualquier tentativa de regulación como una amenaza a la libertad. 

Hay nuevos espacios, nuevas voces, nuevos formatos, pero ¿hay un nuevo periodismo? Tenemos una idea muy hecha, obvia, del tipo de relación que no queremos entre medios y poder público, pero ¿tenemos una idea clara sobre el tipo de relación que queremos entre medios y sociedad?


--Carlos Bravo Regidor
(La Razón, Lunes 17 de Agosto de 2009)

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